Santiago
Villarreal Cuéllar
Las
farc nacieron a principios de la década de los cincuenta, cuando
Pedro Antonio Marín, alias Manuel Marulanda Vélez, huyó a las
montañas para proteger su vida de los “pájaros” (escuadrones de
la muerte contratados por el gobierno), y conformó un grupo de
autodefensas campesinas. A comienzos de la década de los sesenta, el
Partido Comunista reestructuró este grupo, convirtiéndolo en
guerrillas rurales. Con el correr de los años se fue fortaleciendo
debido a la inconformidad de miles de colombianos, del campo y la
ciudad, que sintiéndose marginados por el establecimiento, y ante la
ausencia de partidos políticos de oposición, o el arrinconamiento
de aquellos que surgían por parte de la clase dirigente, encontraron
en este grupo su tribuna de expresión.
En
la década de los ochenta, el gobierno conformó conjuntamente con
algunos empresarios, grupos para-militares para combatirlas. La
operación fue exitosa en algunas regiones del país. Durante el
gobierno de Álvaro Uribe, fueron desalojadas de varios lugares, pero
no derrotadas.
Tengo
la absoluta convicción que ahora sí llegó el fin de este grupo
insurgente; no porque hayan sido derrotadas militarmente, sino por
medio de la vía más lógica y civilizada: el dialogo. Las
conversaciones de la Habana, que comenzaron el año pasado, lograron
superar su primera prueba de fuego. El domingo 26 de mayo, se firmó
el primer acuerdo de la hoja de ruta, sobre uno de los más
importantes temas de esta agenda como es la política agraria. Este
constituye un paso trascendental para continuar las conversaciones,
que seguramente seguirán su curso con mucho éxito. Pese al
pesimismo de gran parte de la sociedad colombiana; a los constantes
ataques de los líderes de la derecha que son partidarios de la
guerra y no del dialogo; a los dardos y amenazas lanzadas por el
ortodoxo Procurador General de la Nación, ha podido más la
persistencia del gobierno, la voluntad de la guerrilla y al apoyo de
millones de colombianos que preferimos el dialogo, la negociación, y
no la guerra.
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