Santiago
Villarreal Cuéllar
Hace cuatro años, un sábado,
amaneció el Parque José Hilario López de Pitalito, totalmente
acordonado por unidades del Ejército, Policía, Sigin, C.T.I, DAS,
(todavía existía) y a cuatro cuadras a la redonda, ningún civil
podía transitar. La ciudad estaba conmocionada pues locutores de
diferentes emisoras anunciaron extras sobre la presencia de una
bomba en pleno parque principal. Al medio día llegó una comisión
de antiexplosivos provenientes de la ciudad de Neiva, acompañados de
un perro que detectó con su fino olfato la presencia de material
explosivo. Los niveles de adrenalina subieron y el ambiente se hizo
más tenso. Las unidades especializadas lograron alcanzar el maletín
bomba. Luego de abrirlo, encontraron en su interior una toalla vieja
y mugrosa, la imagen de la Virgen del Carmen, y una caja con tres
cerillas húmedas. Un indigente olvidó el maletín y algunas
personas, ya por malicia, ya por maldad, llamaron a la policía y
dijeron que una bomba estaba a punto de estallar en la sala de
recibo de la ciudad. Tanta movilización y algarabía se convirtió
en un chasco.
Habían transcurrido unos cuatro
meses, cuando en un parqueadero vecino de las detartaladas oficinas
de las fiscalías, dejaron una camioneta abandonada que nadie
reclamaba. Llamaron a las autoridades para informar sobre un posible
carro bomba. Otro gigantesco operativo, utilizando recurso humano,
robots, perros adiestrados y cuatro cuadras a la redonda evacuadas
por si explotaba semejante artefacto. Afortunadamente el carro bomba
resulto ser otro embeleco y la burla no se hizo esperar. Es de
recordar, que nuevamente los locutores de noticias difundieron la
información, recomendando a los vecinos del sector las medidas que
debían tomar, antes que desactivaran el carro bomba.
A mediados de las segunda semana
de abril, vecinos del residencial barrio Manzanares, advirtieron
sobre la presencia de un coche bomba. De inmediato retumbaron las
extras en emisoras radiales y los lectores de noticias lanzaron la
bomba. Una sociedad influida por las telenovelas mexicanas, de
inmediato asimilaron la palabra coche con automóvil. Pero no, se
trataba de un coche de los que utilizan para pasear a los bebés, que
alguien dejó abandonado con unas bolsas. Toda la noche los moradores
de ese barrio permanecieron temerosos y atentos a la explosión. Esta
vez el Ejército no acudió y la Policía esperó hasta el día
siguiente, cuando las unidades antiexplosivos de Neiva llegaron.
Naranjas, era el contenido del coche bomba. Necesitamos un poco de
sentido común para entender que Pitalito no es un lugar propicio
para el terrorismo, pero la paranoia de algunas personas crea bombas
imaginarias a cada rato.
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