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1/17/2013

¿Cree usted en maleficios?



Santiago Villarreal Cuéllar
Durante la edad media cuando la Iglesia Católica instituyó la Santa Inquisición para perseguir y quemar las brujas de Europa, se creó toda una cultura errada acerca de las enfermedades. Se creyó por muchos siglos que  algunas dolencias padecidas por los humanos, eran ocasionadas por maleficios preparados por brujas. Enfermedades como el Parkinson, apoplejías (hoy llamada trombosis), y muchas otras, se creía eran a causa de espíritus enviados por hechiceras malignas. Para contrarrestar estos males “postizos,” la Iglesia creó los exorcismos y exorcistas, sacerdotes encargados de sacar esos espíritus malignos de los humanos.
Nuestra América Latina, rica en culturas religiosas politeístas de nuestros aborígenes, no solo conservó muchos ritos en los que se cree en maleficios, sino que sincretizó en muchas regiones estas creencias con la recién llegada doctrina católica. Ese encuentro de dos culturas religiosas totalmente opuestas en principio, con el correr de los siglos no solo se fusionó, sino que dio origen a una nueva cultura supersticiosa en la que abundan los chamanes, hechiceros, brujas y santeros. Hoy todavía existe gente que cree más en el dictamen de un chamán, o charlatán, que en el diagnostico científico emitido por un medico convencional sobre una enfermedad. Muchas personas mueren de una enfermedad tratable por la ciencia, porque creen más en curanderas, remedios caseros y hierbas (hoy llamados productos naturales), que en la medicina oficial.
Los maleficios todavía existen en la mentalidad crédula de los humanos, quienes cargan toda clase de piedras, cruces, talismanes y supercherías para protegerse de supuestas enfermedades “tiradas” por hechiceros. La mayoría de la gente se niega a aceptar, que después de los cuarenta años de edad nuestro cuerpo comienza a padecer el desgaste normal ocasionado por enfermedades inevitables. Muchas de esas dolencias son bastante conocidas, pero el creyente ingenuo las considera maleficios ocasionados por personas envidiosas. Y si por desgracia una persona llega a padecer de una enfermedad catalogada como desconocida por la ciencia medica, las creencias se reafirman aun más para asociarlas a maleficios.    

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