Santiago
Villarreal Cuéllar
Durante la edad media cuando la
Iglesia Católica instituyó la Santa Inquisición para perseguir y quemar las
brujas de Europa, se creó toda una cultura errada acerca de las enfermedades.
Se creyó por muchos siglos que algunas
dolencias padecidas por los humanos, eran ocasionadas por maleficios preparados
por brujas. Enfermedades como el Parkinson, apoplejías (hoy llamada trombosis),
y muchas otras, se creía eran a causa de espíritus enviados por hechiceras
malignas. Para contrarrestar estos males “postizos,” la Iglesia creó los
exorcismos y exorcistas, sacerdotes encargados de sacar esos espíritus malignos
de los humanos.
Nuestra América Latina, rica en
culturas religiosas politeístas de nuestros aborígenes, no solo conservó muchos
ritos en los que se cree en maleficios, sino que sincretizó en muchas regiones
estas creencias con la recién llegada doctrina católica. Ese encuentro de dos
culturas religiosas totalmente opuestas en principio, con el correr de los
siglos no solo se fusionó, sino que dio origen a una nueva cultura supersticiosa
en la que abundan los chamanes, hechiceros, brujas y santeros. Hoy todavía
existe gente que cree más en el dictamen de un chamán, o charlatán, que en el
diagnostico científico emitido por un medico convencional sobre una enfermedad.
Muchas personas mueren de una enfermedad tratable por la ciencia, porque creen
más en curanderas, remedios caseros y hierbas (hoy llamados productos
naturales), que en la medicina oficial.
Los maleficios todavía existen en
la mentalidad crédula de los humanos, quienes cargan toda clase de piedras,
cruces, talismanes y supercherías para protegerse de supuestas enfermedades
“tiradas” por hechiceros. La mayoría de la gente se niega a aceptar, que
después de los cuarenta años de edad nuestro cuerpo comienza a padecer el desgaste
normal ocasionado por enfermedades inevitables. Muchas de esas dolencias son
bastante conocidas, pero el creyente ingenuo las considera maleficios
ocasionados por personas envidiosas. Y si por desgracia una persona llega a
padecer de una enfermedad catalogada como desconocida por la ciencia medica,
las creencias se reafirman aun más para asociarlas a maleficios.
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