Santiago
Villarreal Cuéllar
La idea del fin del mundo surgió en el
Imperio romano, durante las guerras de Cesar y Pompeyo. Las tres religiones
politeístas (judaísmo, cristianismo e islamismo), creen en el fin del mundo. La
Iglesia Católica, durante la edad media, aterrorizó a toda Europa con el
anuncio del fin del mundo. Existen muchas sectas cristianas fundamentalistas
que creen firmemente en las profecías del Apocalipsis y mantienen a sus
seguidores aterrorizados con la idea del fin del mundo, y la segunda llegada de
Jesús. Muchos grupos seudo-exotéricos y seudo- espiritualistas, creyeron
interpretar el Sagrado Calendario Maya, pronosticando el fin del mundo para el
mes de octubre de 2012. La falsa profecía no se cumplió, pero ellos insisten en
afirmar que el próximo 21 de diciembre de 2012, la alineación de un grupo de
planetas causará oscuridad por espacio de tres días. Las distintas páginas
sociales de internet, nos bombardean diariamente con anuncios sobre lo que
ocurrirá ese fatídico día. Lo hacen con lujo de detalles y una increíble imaginación,
digna de escritores de libretos sobre ciencia ficción. Desafortunadamente,
algunos creen firmemente lo que escriben. Lo peor es que muchísimos
desprevenidos lectores, también dan crédito a esas afirmaciones.
Con todo el respeto que se merecen esos
sectores de estudiosos de la seudo-ciencia, yo los califico de alucinados.
Verdad es que muchos de ellos escriben bajo los efectos de narcóticos y
substancias alucinógenas, aspecto que es comprensible. No obstante, aquellos
que escriben esas historias creyendo de verdad tener la razón, son dignos de
compasión y comprensión. Los astrónomos, aquellos científicos educados en la
academia, afirman que nada extraordinario ocurrirá el próximo 21 de diciembre.
¡Pero claro! La gente del común cree más
en un charlatán que en un hombre de ciencia. Es más fácil y cómodo permanecer
en el engaño de la quimera y de lo abstracto, que aceptar le pura realidad.
Somos una sociedad creyente que prefiere el engaño a la verdad. Para finalizar
diré, que el 21 de diciembre no ocurrirá nada.
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