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11/14/2012

NEGOCIANDO EN MEDIO DE LA GUERRA



Santiago Villarreal Cuéllar
Hace un mes comenzaron los actos protocolarios para iniciar los anhelados diálogos de paz en Colombia. Durante este lapso de tiempo se han surtido los trámites burocráticos y de manejo para la instalación de la mesa de negociación. Existe un gran escepticismo de parte de la sociedad civil, comprensible pues vivimos ocho años de guerra en el que el presidente Uribe utilizó los términos más agresivos para referirse a las guerrillas. Su odio personal y sed de venganza, cambió la cultura de la mayoría de los colombianos y en los medios de comunicación nunca se volvió a ver la cara de los comandantes guerrilleros, salvo cuando algunos cayeron asesinados en medio del conflicto. Pero con el inicio de las conversaciones, desde hace un mes la cúpula mayor de las farc, han vuelto a mojar prensa y darse vitrina en televisión. ¡Cómo cambian los tiempos!
Para los pesimistas estos diálogos no tienen ningún sentido, pero para quienes defendemos los derechos humanos y creemos que los conflictos se solucionan conversando, solo nos queda rodear al gobierno y apoyarlo en esta inteligente, y civilizada salida. Verdad es que la guerrilla ha intensificado su accionar armado, concentrando más sus ataques en el departamento del Cauca. Dos razones motivan a las farc para actuar de esa manera: demostrar su capacidad ofensiva para fortalecer su peso político en la mesa de negociación y distraer las fuerzas del Estado para mantener limpia la ruta entre Putumayo y Nariño, zona fronteriza con el Ecuador, por la cual se trafica la cocaína con la cual se financian. También han intensificado la extorsión y el chantaje, típico de grupos que pretenden desmovilizarse, pues los comandantes quieren salir con sus faltriqueras llenas. Y el país debe prepararse para lo peor, pues quizá vendrán ataques más mortíferos.
La sociedad civil pide a gritos un cese al fuego, y no es para menos, porque es precisamente esa sociedad la que continúa sufriendo en medio de dos fuegos cruzados: el de los alzados en armas y el del Estado. Pero esta solicitud no parece tener eco en las partes, porque generalmente esa etapa se da al final de las negociaciones y no al comienzo. No obstante, sigo siendo un convencido que en esta oportunidad sí llegaremos a un final feliz. Los comandantes de las farc son consientes que la prolongación de este conflicto solo los llevará al desprecio de la mayoría de los colombianos, o a una muerte segura, y el gobierno no puede darse el lujo de seguir gastando gran parte de su presupuesto en una guerra absurda.         

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