Santiago
Villarreal Cuéllar
Hace un mes comenzaron los actos
protocolarios para iniciar los anhelados diálogos de paz en Colombia. Durante
este lapso de tiempo se han surtido los trámites burocráticos y de manejo para
la instalación de la mesa de negociación. Existe un gran escepticismo de parte
de la sociedad civil, comprensible pues vivimos ocho años de guerra en el que
el presidente Uribe utilizó los términos más agresivos para referirse a las
guerrillas. Su odio personal y sed de venganza, cambió la cultura de la mayoría
de los colombianos y en los medios de comunicación nunca se volvió a ver la
cara de los comandantes guerrilleros, salvo cuando algunos cayeron asesinados
en medio del conflicto. Pero con el inicio de las conversaciones, desde hace un
mes la cúpula mayor de las farc, han vuelto a mojar prensa y darse vitrina en
televisión. ¡Cómo cambian los tiempos!
Para los pesimistas estos diálogos no tienen
ningún sentido, pero para quienes defendemos los derechos humanos y creemos que
los conflictos se solucionan conversando, solo nos queda rodear al gobierno y
apoyarlo en esta inteligente, y civilizada salida. Verdad es que la guerrilla
ha intensificado su accionar armado, concentrando más sus ataques en el
departamento del Cauca. Dos razones motivan a las farc para actuar de esa
manera: demostrar su capacidad ofensiva para fortalecer su peso político en la
mesa de negociación y distraer las fuerzas del Estado para mantener limpia la
ruta entre Putumayo y Nariño, zona fronteriza con el Ecuador, por la cual se
trafica la cocaína con la cual se financian. También han intensificado la
extorsión y el chantaje, típico de grupos que pretenden desmovilizarse, pues
los comandantes quieren salir con sus faltriqueras llenas. Y el país debe
prepararse para lo peor, pues quizá vendrán ataques más mortíferos.
La sociedad civil pide a gritos un cese al
fuego, y no es para menos, porque es precisamente esa sociedad la que continúa
sufriendo en medio de dos fuegos cruzados: el de los alzados en armas y el del
Estado. Pero esta solicitud no parece tener eco en las partes, porque
generalmente esa etapa se da al final de las negociaciones y no al comienzo. No
obstante, sigo siendo un convencido que en esta oportunidad sí llegaremos a un
final feliz. Los comandantes de las farc son consientes que la prolongación de
este conflicto solo los llevará al desprecio de la mayoría de los colombianos,
o a una muerte segura, y el gobierno no puede darse el lujo de seguir gastando
gran parte de su presupuesto en una guerra absurda.
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