Santiago
Villarreal Cuéllar
Hace veinte años, cuando
tímidamente el ex presidente Ernesto Samper Pizano (en ese tiempo senador), lo
mismo que el ex presidente Alfonso López Michélsen, propusieron abrir un debate
para considerar la posibilidad de legalizar el comercio de cocaína y otros
estupefacientes, fue todo un escándalo. La sociedad colombiana, la clase
política, en su mayoría hipócritas, consideraban este tema como algo pecaminoso
e inmodificable. Verdad es que parte de esa sociedad, la clase política,
fuerzas militares y grupos al margen de la ley, han engordado sus faltriqueras
con el dinero proveniente del comercio de estupefacientes, ya sea directa o
indirectamente. El alto gobierno también ha sacado jugo de esa guerra, pues siempre
ha extendido su mano pedigüeña al presupuesto de los Estados Unidos, para que
destine parte de esa tajada con el pretextó de perseguir el ilícito negocio.
Para mostrar un solo ejemplo: el Plan Colombia, diseñado en el gobierno de
Andrés Pastrana Arango. Parte de ese descomunal presupuesto se gasta en
helicópteros, armas de fuego y demás logística militar, otra parte sale para
los bancos suizos a engrosar las cuentas de los políticos corruptos de turno y
las migajas se reparten gota a gota a Familias en Acción, con el propósito de
hacer politiquería barata.
Sin embargo, desde la llegada de
Barack Obama a la presidencia de Estados Unidos, hace cuatro años, se ha
comenzado a debatir internamente la posibilidad de buscar otras alternativas
frente a la fallida guerra contra las drogas ilícitas. La propuesta no la hizo
el gobierno norteamericano, pues sería un suicidio electoral en vísperas de
aspirar a la reelección. Pero lo manifestó en el pasado encuentro de Cartagena,
a través del gobierno cipayo de Guatemala, el general Otto Pérez Molina,
ambientado por el otro cipayo de nuestro país, el presiente Santos. Y lo vienen
secundando títeres como el ex presiente Cesar Gaviria Trujillo.
Independientemente de quién sea
el proponente de legalizar el comercio de la coca, marihuana, amapola y otras
substancias alucinógenas, pienso que es la vía más correcta y civilizada. No
solo porque la guerra contra el narcotráfico ha sido un rotundo fracaso, donde
han muerto centenares de personas de lado y lado, sino porque ese asunto debe
ser estudiado desde la óptica sanitaria. Un gran porcentaje de seres humanos en
el planeta, padecen enfermedades psicosomáticas que los induce a consumir
alguna clase de drogas, llámese alcohol, tabaco, marihuana, cocaína, morfina y
tantas otras, incluyendo las convencionales. Estas personas siempre suplirán
esas necesidades sin importar si dicha droga sea legal, o ilegal. Además, el
vicio nació con el hombre y mientras este exista, lo seguirá acompañando.
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