Santiago
Villarreal Cuéllar
Juan empezó con un leve dolor de cabeza, que
en principio trató con analgésicos convencionales, pero luego se tornó insostenible.
Acudió al medico general, quien le diagnosticó un stress. Le formuló un
ansiolítico de bajos efectos pero el dolor continuó. De nuevo acudió al
consultorio y fue remitido al neurólogo, quien ordenó una tomografía para
descartar cualquier problema cerebro-bascular. No diagnosticó nada anormal, por
lo que ordenó una resonancia magnética, pero los resultados fueron negativos,
es decir, todo era normal en el cerebro de Juan. Lo remitió al psiquiatra pues
consideró que se podría tratar de una hipocondría. El nuevo especialista,
formuló un ansiolítico de alto espectro pero el dolor de cabeza continuó.
Cansado el paciente de tomar tabletas y aconsejado por amigos, acudió a
medicinas naturales o alternativas. Probó con plantas medicinales, baños,
piedras magnéticas, remedios homeopáticos y toda suerte de pases; acudió a
sectas de garaje donde recibió oraciones, sanaciones y “llamados” del Espíritu
Santo, pero todo fue vana esperanza porque la enfermedad seguía intacta.
Regresó de nuevo a la medicina convencional y después de rigurosos exámenes, lo
mismo que la revisión de diversos especialistas de diferentes ramas médicas,
diagnosticaron su dolencia como una enfermedad desconocida.
No obstante el avance de la medicina alópata,
con todos sus descubrimientos farmacéuticos; grandes investigaciones de las
diversas ramas de la medicina del siglo XXI; supuestas curaciones de la llamada medicina
alternativa; supuestas sanaciones y milagros prodigados por gurúes y lideres de
sectas religiosas, existen en el mundo más de siete mil enfermedades llamadas
desconocidas por la ciencia. De cada diez mil personas, una puede padecer este
tipo de dolencias. Para estas no existe tratamiento, ni hay un gran avance en
investigaciones, porque al no considerarse como pandemias, o enfermedades que
aquejen a un gran número de pacientes, los centros universitarios y los
investigadores no gastan tiempo en escudriñar. Tampoco son rentables para los
grandes monopolios de la farmacéutica. Total, el mundo continuará viendo morir
cientos de miles de personas por causa de enfermedades desconocidas.
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