Santiago Villarreal Cuéllar
El
pasado 28 de junio, el mundo celebró el día del orgullo gay. Grandes y apoteósicas manifestaciones en las grandes
ciudades, realizaron quienes han optado por este comportamiento sexual.
Paradójicamente en las naciones occidentales, que se han ufanado de ser modelos
de la civilización, es donde más se ha perseguido esta minoría. La dominación
por cerca de ochocientos años del Imperio Sacro Romano, condenó a muerte a todo
aquel que asumiera este vicio pecaminoso. Irónicamente, el cristianismo que
dignificó la vida humana y proclamó la igualdad entre los hombres, predica que
los homosexuales no heredarán el cielo, condenando así a maricas y lesbianas a
quemarse eternamente en el infierno.
El
advenimiento del humanismo en el siglo XVIII, comenzó a reconocer algunos
derechos a estos grupos. Pero debieron pasar casi trescientos años para que
esos derechos empezaran, tímidamente, a ser una realidad. La mayoría de
naciones occidentales reconocen ciertos derechos a los gay, y en unos pocos se
ha llegado hasta aprobar el matrimonio civil. Solo tres naciones permiten la
adopción de niños a parejas del mismo sexo. Sin embargo, las tres grandes
religiones monoteístas que dominan el escenario mundial, siguen considerando los
homosexuales como pecadores, viciosos, que practican cosas contra la naturaleza
y merecedores del infierno. Algunas sectas los han acogido, pero más por
interés económico que espiritual.
No
obstante el reconocimiento de plenos derechos en la mayoría de países europeos
y americanos, ser gay es sinónimo de diferente, persona rara y continúa siendo
estigmatizado por la sociedad heterosexual. Constantemente se ven en la
obligación de recurrir a acciones de tutela para proteger sus derechos. Hace
tres años, en un barrio residencial de la ciudad de Lima, ganaron un derecho de
amparo para permitir que varios bares gay siguieran funcionando. En Pitalito
Huila, las autoridades, a petición de la comunidad, cerraron un bar gay que apenas
hacía tres días se había inaugurado, mientras por la misma acera, continúa abierto otro bar
pero heterosexual. Este no ofende a la comunidad. ¡Vaya hipocresía!
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