Santiago
Villarreal Cuéllar
Muchas veces nos preguntamos, qué
sigue después de la muerte. Recuerdo hace unos veinte años, cuando 12 jóvenes
se suicidaron en París, dejando un escrito donde decían, que hacían esto para
conocer el mas allá. Algunas religiones politeístas creían que los muertos
resucitaban. Los faraones egipcios, hacían embalsamar sus cadáveres con la
esperanza que sus espíritus regresarían algún día a ocupar sus cuerpos. Algunas
tribus aborígenes de América, enterraban sus muertos acompañados de viandas,
creyendo que se trataba de un largo viaje. Algunas religiones orientales creen
que el alma reencarna en otros cuerpos.
De las religiones monoteístas, el
cristianismo e islamismo creen en el mas allá; es decir, que existe un cielo
donde irán las almas de los buenos; este concepto lo defiende el Corán, base
doctrinaria del Islán. Los evangelios, columna vertebral del cristianismo,
consideran que el alma deja el cuerpo al morir y se marcha a la eternidad; un lugar apacible pero oscuro; después habrá
un juicio que definirá, si irá al cielo, dependiendo del comportamiento que
haya tenido en la tierra, o en el peor de los casos será enviada al infierno. De
allí nació la cultura de buenos y malos, concepto que ha sido debatido por los
filósofos modernos y contrario al humanismo. El judaísmo por su parte, no cree
en el alma y de acuerdo a su doctrina considera que al morir el cuerpo, todo se
acaba.
Definamos un poco cómo será la
muerte: cuando uno duerme profundamente, no se da cuenta de absolutamente nada.
Al despertar, han sucedido cosas de las cuales nos enteramos porque otro nos
cuenta. Cuando uno se desmaya, ya por un golpe, ya por otra circunstancia, se
pierde el conocimiento y todo es nada. Las personas que hemos estado en coma
por varios días, nada vemos ni sentimos durante ese lapso de tiempo. Creo que
la muerte es la nada, algo placentero donde todo se acaba. Sin embargo, quienes
creen que hay alma, algo esperan de ese más allá.
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