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12/29/2011

DESMOVILIZADOS Y OTRAS FALSEDADES



Por Santiago Villarreal Cuellar
El bochornoso escándalo que sacude por estos días al país, relacionado con las falsas desmovilizaciones de guerrilleros y para-militares, no es un fenómeno nuevo en esta república de amnistías, indultos, perdón y olvido de quienes han violado, violan y desafían las leyes penales, para quienes históricamente se reforma el Código Penal, o se legisla en su favor.
Revisemos la historia reciente: me correspondió ser testigo  del proceso de desmovilización del llamado frente Sur del M-19, el cual comandaba el señor Marcos Chalitas, (q.e.p.d.) cuyos últimos detalles y ceremonias tuvieron lugar en la Vereda El Vergel del Municipio de Suaza Huila. En el primer censo de alzados en armas de ese frente, realizado a mediados del año 1989, se contabilizaron 46 personas. Poseían armas de fuego como, metralletas, algunos fusiles punto treinta, carabinas, pistolas y revólveres y tres fusiles marca Galíl de fabricación israelí. Cuando se llevó a cabo la desmovilización, en marzo de 1990, se acogieron más de doscientas personas (mayoría hombres), entregando armas, como escopetas viejas (hasta de fisto), pistolas y revólveres, viejos e inservibles y ni un solo fusil. La razón: Llegaron muchos “simpatizantes,” delincuentes comunes, desempleados y vagabundos que se acogieron para recibir los beneficios, tanto jurídicos como económicos. ¿Y las armas? O las cambiaron, o las vendieron a otros grupos alzad0s en armas. Por suerte el proceso tubo éxito y el resto de la historia el país la conoce.
En una columna que escribí y publiqué en un medio el 10 de marzo de 2009, denuncié el caso de un supuesto guerrillero que se desmovilizó en agosto de 2008 en el Batallón Alto Magdalena de la ciudad de Pitalito. Relató una historia de novela, en la que aseguraba que el cadáver de “tirofijo” había sido trasladado a la República Bolivariana de Venezuela, donde, supuestamente fue enterrado. Pero este novelón fue desmentido por otra falsa guerrillera que, esa sí, con un fotomontaje, engañó no solo al Comandante de la Novena Brigada con cede en Neiva, sino a la prensa local. La “foto” mostraba el cadáver de “don Manuel,” en pleno velorio y dijo que había muerto en las selvas de la Macarena y su cuerpo trasladado, a petición del difunto, hasta la región de la Uribe Meta, donde lo sepultaron. Otro embuste sin duda, porque cualquiera que conozca la geografía de nuestro país, sabe que es un desatino viajar con un cadáver por cientos de kilómetros desde las planicies de la Macarena hasta las estribaciones de la Cordillera Oriental. Y finalizaba mi comentario con otra embustera que se entregó a principios de marzo de 2009 en otra región de Colombia.   Desde que observé su tez limpia, despercudida, presumí que no llegaba de la jungla. Esta contó una historia no menos fantástica y llena de creatividad. Relató que, habiendo colocado unas ramas de una misteriosa planta en la almohada de los comandantes guerrilleros, estos se quedaron dormidos como angelitos, lo que le permitió huir. Pero la novela no terminó allí. Aseguró que regresó al campamento y debido al hechizo, sus jefes seguían durmiendo, lo que le permitió llevarse otros catorce guerrilleros que se entregaron con ella. Solo los más ingenuos pueden creer semejantes historias.
De modo que los descubrimientos hechos estas semanas sobre esas desmovilizaciones dudosas de grupos para-militares, corresponden a la viveza de unos pocos para engañar a muchos. Es típico de estas políticas inventadas por el gobierno, creer que guerrilleros, para-militares, pandilleros, ladrones y toda esa lacra de delincuentes, se acogen a las leyes que los benefician y se convierten en sanas palomas.

   

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