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4/26/2016

Las cuevas del diablo


Santiago Villarreal Cuéllar

Las cuevas existentes en diferentes lugares de la tierra han sido objeto a lo largo de la historia de mitos y leyendas. En el norte de Europa es común escuchar la leyenda de que en determinadas cuevas habitan los gnomos o duendes juguetones. En Australia, los aborígenes dejaron escritos en los muros de muchas grutas, jeroglíficos, distintos a los encontrados en Egipto, pero interpretados como expresiones de secretos y mensajes para el futuro. En América Latina, estos lugares, largos, algunos angostos y oscuros, no solo sirvieron de vivienda para los aborígenes, sino que se tejieron mitos y leyendas sobre la existencia de seres espirituales habitando los mismos.

Con la llegada del invasor español acompañado del cristianismo, también llegó el diablo, satanás, lucifer y toda la creación imaginaria del mal. Pronto los nuevos habitantes vieron las cuevas como lugares propicios para crear mitos y fantasías que con el correr de los años se convirtieron en leyendas que perduran hasta nuestros días. Estas grutas, muchas de ellas de extraordinaria belleza casi arquitectónica; otras llenas de figuras terroríficas elaboradas por las corrientes del agua y aire, interpretadas por la imaginación humana, sirvieron para la aparición de santos, vírgenes milagrosas y toda la mitología cristiana que recoge la idolatría y el paganismo.

El diablo también decidió buscar la oscuridad de estas cavernas para esconderse de los ojos humanos, apareciéndose solo a quienes deseaba asustar o hacer pactos con él. En muchas regiones de nuestra América, una gran cantidad de personas afirman haber visto al diablo salir o entrar de alguna cueva. El mito y la leyenda se expanden rápidamente de labio en labio y a cada paso por uno diferente aumenta la creatividad de la imaginación humana. Algunos diablos están acompañados de diablas, otros del alma de alguna difunta que fue bruja; otros poseen la mula para montar; no faltan los que tienen forma de toros feroces vomitando fuego de sus hocicos, y otros demonios bailan al son de la música mundana.      




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