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1/06/2016

Los arrojan al mar


Santiago Villarreal Cuéllar

La mañana era soleada y los bañistas se disponían a dar un chapuzón en las plomizas aguas del Pacífico; allí, cerca al Morro, lugar famoso del puerto de Tumaco; de pronto, observaron dos bultos flotando cerca del lugar; no es común encontrar objetos en estas playas, mansas por la mañana, pero enfurecidas al anochecer; arrimaron al sitio donde flotaban los “bultos” y la sorpresa fue grande; eran dos cadáveres correspondientes a hombres de color, asesinados. Las muertes violentas son el pan de cada día a lo largo y ancho de este hermoso municipio nariñense. El bello puerto se ha convertido en un lugar inseguro y diariamente asesinan personas. Este fenómeno no es nuevo, pero se ha intensificado en los últimos meses. En la zona rural y específicamente en el Corregimiento de Llorente, los asesinatos se cuentan por decenas; esto sucede desde hace más de diez años, pero también la violencia se ha recrudecido en las últimas semanas.
Tumaco es un municipio tomado por diferentes grupos armados. Las dos principales guerrillas, farc y eln, tienen frentes allá; también quedaron reductos de las llamadas autodefensas, llevadas en la década del dos mil por dudosos empresarios para despojar a humildes campesinos de sus tierras y dedicarlas al cultivo de palma africana; y grupos para-militares, asociados a las autodefensas, hoy conocidos como ‘los rastrojos.’ Las autoridades legítimamente constituidas (policía, ejército, armada nacional) han sido incapaces de contener la ola criminal. En muchas ocasiones cooperan con grupos para-militares como sucede en otras zonas del país. Esa violencia obedece a la marginación y olvido del estado, pero ante todo al cultivo de coca en las calurosas selvas del Pacífico, aptas para esta planta. Además, es una zona estratégica pues el mar está allí para llevar los cargamentos de cocaína al exterior en buques y submarinos. Las redes mafiosas están asociadas con carteles mexicanos para comercializar el alcaloide.
Pero es preocupante la forma como se han recrudecido los crímenes, aplicando la desaparición de personas. Los asesinos llevan las víctimas hasta altamar y allí las arrojan después de darles tiros de gracia o degollarlas; amarran pesadas piedras sobre sus cuerpos para impedir que floten sobre la superficie del agua. Los dos cuerpos encontrados hace unas semanas hacen parte de esas desapariciones forzadas. Seguramente olvidaron atar piedras y las olas arrastraron los cadáveres hasta la playa. También están implementando las casas de “pique,” que consiste en destrozar los cuerpos de los asesinados, empacarlos en sacos y dejarlos abandonados en algún lugar. En estos tiempos de diálogos y albores de paz, debemos contribuir con estrategias para desmantelar estas prácticas macabras.       

  

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