Santiago Villarreal Cuéllar
Un delincuente arrebata un celular a un ciudadano;
a una dama le hurtan su bolso en plena calle, y de día; peligrosos ladrones
armados atracan a motociclistas para llevarse la moto. Es el pan de cada día en
muchas ciudades y campos del país. Al Huila se lo tomó la delincuencia;
ciudades como Neiva, Garzón, La Plata y Pitalito, solo para citar cuatro ejemplos,
los ladrones están ganando la batalla. Algunos alcaldes y comandantes de
Policía se molestan porque se difunde la verdad. Se puso de moda hablar de
percepción de robo, pero aquí no se percibe, se vive a diario el atraco simple,
con cuchillo y con armas de fuego. Los alcaldes convocan sendos consejos de
seguridad. Horas y horas hablando, otros chateando y al finalizar la reunión,
en las calles han robado a decenas de personas y las medidas tomadas no surten
efecto. La delincuencia avanza y en todos los frentes, porque no solo se delinque
robando un celular.
Aquellos alcaldes que invirtieron cuantiosas
sumas de dinero en sus campañas, empiezan a pagar favores a sus financiadores,
concediendo contratos y nombrando sus amigos en puestos estratégicos para que
puedan pagarse la deuda; esa también es una modalidad de delincuencia, la de
cuello blanco. El policía que captura al ladrón, lo esculca, roba el arma y el
dinero producto del atraco, también es un delincuente. Esta es una sociedad que
perdió todos sus valores éticos y humanos, convirtiéndose en una fiera
hambrienta, especulando y robando el erario público. Pero grita a los cuatro
vientos cuando la delincuencia común hurta, atraca y asesina. ¿Dónde está el
ejemplo? No tiene autoridad ética ni moral para reclamar.
Nuestra policía y justicia se burocratizaron.
El pobre ciudadano, víctima del atraco llega a la estación y allí le dicen:
aquí no recibimos denuncia, vaya a la fiscalía; el funcionario de esta dice,
debe ir a la sijin, allá lo mandan al C.T.I, y aquí dicen: no estamos de turno.
0 comentarios:
Publicar un comentario