Santiago Villarreal Cuéllar
Hace veinte años una canadiense experimentó
con algunas plantas ornamentales; puso diez macetas con geranios, sembrados el
mismo día; diariamente regaba las plantas, pero acariciaba cinco de ellas; les
hablaba, consideró estas plantas como seres vivos y estrechó una relación
afectiva; a las pocas semanas observó que las cinco plantas que recibían
caricias y palabras agradables, empezaron a crecer rápidamente y florecieron,
mientras las cinco restantes que solo recibían agua, no evolucionaron con la
misma velocidad. Conclusión: todos los seres vivos somos receptivos a las
manifestaciones de afecto y cariño que prodiguen los humanos. Los animales nos
brindan ejemplo de afectividad; observe cómo la vaca lame su hijito, la yegua
su potrillo, las aves cobijan con sus alas y delicadeza sus crías; las perras
lamen sus cachorros; así sucesivamente la mayoría de los animales prodigan
afecto a sus hijos; y muchos animales nos brindan afecto a los humanos, o
dígame usted ¿quién sale primero a recibirlo, sus hijos o su perro?
Si las plantas y los animales estimulan su
autoestima al recibir afecto, ¿qué podemos decir los humanos? La necesidad de
afecto está presente en todos los seres vivos, y más aún en los humanos que
poseemos una corteza cerebral más evolucionada que la del resto de seres
vivientes. Toda persona, de toda edad, necesita una buena dosis de afecto; este
se prodiga abrazando calurosamente, acariciando, realizando masajes suaves,
tocando la piel, apapachando, y expresando palabras agradables. Pero cuidado;
todas esas expresiones afectuosas deben salir de adentro, del corazón dicen los
románticos; yo diría que debe ser un afecto sincero, sin hipocresía, desprendido
de algún interés. No debemos confundir el afecto con la pasión; esta última
puede ser el resultado del afecto entre parejas, donde esa manifestación
afectuosa viene acompañada de besos y complementada con una relación genital. Principalmente
debemos prodigar mucho afecto a los niños, especialmente a nuestros hijos; pero
también debemos brindar afecto a los ancianos y a los enfermos. Una dosis de
afecto, estimula más que mil pastillas.
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