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7/31/2015

Formas modernas de hechizar


Santiago Villarreal Cuéllar

El premio Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa, manifestó en una entrevista para una revista, que sintió terror cuando vio en un restaurante de New York, una pareja de jóvenes (hombre y mujer, valga la aclaración), sentados tomando manteles, pero cada uno con su móvil chateando; el escritor peruano dijo que esa forma de comunicación le produjo pánico, pues ni juntos dos seres humanos interactúan porque el celular absorbe ese momento. El novelista y escritor Humberto Eco, también escribió hace unas semanas en una de sus admirables columnas, que caminando por una calle se topó con una mujer que venía de frente, con su mirada clavada en su móvil, chateando; hábilmente el escritor se volvió intencionalmente de espalda para que la mujer se diera contra él, y quizá así escarmentara; dijo que la dama apenada pidió disculpas, pero continuó su camino con sus ojos hechizados en su celular. También el señor Obispo de Neiva, Froilán Casas, escribió hace un tiempo una magnífica columna en este diario, sobre la necesidad de prohibir el uso del Blak Berry, y otros aparatos que distraen la personalidad, ante todo por parte de funcionarios públicos pues según el prelado, muchas veces dejan de atender al público por mirar el objeto que hechiza su vida. Dicha afirmación es completamente cierta.   

La aparición de la tecnología celular trajo consigo la modernización de las telecomunicaciones; aceleró la comunicación entre humanos de forma prodigiosa; es digno de celebrar; nunca antes el mundo ha estado tan cerca; imagínese usted comunicándose de las Filipinas, Miami, Moscú, o cualquier otro lugar del globo con nuestro país en solo fracciones de segundo; tenemos el mundo en nuestras manos. Pero también trajo consigo un nuevo hechizo. La mayoría de personas, incapaces muchas veces de expresar sus sentimientos personalmente, recurren al aparato para hacerlo; pero cuando se encuentran frente a frente con esa persona, enmudecen, no saben qué decir; solo pueden hacerlo por el aparato; el móvil convertido en hechizo. En las reuniones  sociales, políticas y de trabajo, muchos asistentes ignoran lo que habla el conferencista porque están ocupados chateando con su celular. No solo es un acto de mala educación, sino que indica falta de interés por el acto al que asisten. Muchos miembros de la policía, y el ejército, también permanecen hipnotizados con el aparato, mientras descuidan su deber constitucional. Cuando tratamos de insinuar sobre la necesidad de dejar a un lado ese aparato mientras estamos realizando alguna labor, nos califican de “amargados.” Tengo la percepción que el celular posee un espíritu cibernético capaz de hechizar a millones de seres humanos; necesitamos un conjuro.         

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