Santiago Villarreal
Cuéllar
“El considerar a la persona
como autónoma tiene sus consecuencias inevitables e inexorables, y la primera y
más importante de todas consiste en que los asuntos que solo a la persona
atañen, sólo por ella deben ser decididos. Decidir por ella es arrebatarle
brutalmente su condición ética, reducirla a la condición de objeto, codificarla
en medio para los fines que por fuera de ella se eligen.” Este constituye uno
de los apartes de la ponencia del maestro Carlos Gaviria Díaz, sustentando la
Sentencia C 221 del 05 de mayo de 1994,
por la cual se tuteló el derecho fundamental al libre desarrollo de la
personalidad consagrado en el artículo 16 de nuestra Carta Magna; dicha
Sentencia tuteló el derecho de un ciudadano para portar y consumir la dosis
mínima de una substancia estupefaciente, permitiendo así que cada persona sea libre para decidir
sobre si consume o no substancias tipificadas como prohibidas. Esta quizá fue
la posición que causó más controversia en un país cuya mayoría profesa un
pensamiento retrogrado y rígido, frente a temas que deben abordarse desde la
perspectiva científica del derecho, y la sanidad.
El humanista, el jurista, el
profesor, el magistrado, el hombre libre pensador que era Carlos Gaviria, fue
defensor acérrimo del derecho a la libertad. Conocedor del derecho, sabía que
después de la vida, la libertad constituye el segundo derecho fundamental que
todo ser humano debe conservar y defender. La libertad de pensamiento, de
conciencia, libertad para decidir, incluso aspectos personales que están
sujetos a prohibiciones legales, pero que el ser humano por principios es libre
de hacer o actuar; libertad para que la mujer decida sobre si debe o no tener
ese feto que lleva en sus entrañas, y que solo a ella atañe; libertad para
vivir y libertad para morir, porque si un ser humano en determinado momento
considera su vida como una carga, es libre de cortarla (suicidarse). En el
ámbito de las ideologías políticas, Carlos Gaviria perteneció en las
definiciones ambiguas, a un pensador liberal, sin confundirlo con aquellos
miembros de dicho partido, o se califican como tal, pero que en pensamiento y
actuación son más retrógrados que los mismos conservadores. Por esa razón, el
maestro no se matriculó en ese partido y decidió hacerlo en uno de izquierda,
porque consideró que para garantizar plenamente el derecho a la libertad, es necesario gozar de otros
derechos sociales como el de la salud y la educación gratuita hasta la
universidad; el derecho a un techo digno y a una seguridad alimentaria que
garantice una buena calidad de vida del individuo.
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