Santiago Villarreal Cuéllar
Recientemente en Inglaterra el think tank New
Economics Foundation, realizó un estudio que fue corroborado por la London
Shool of Economics, sobre los niveles de felicidad de los ingleses, encontrando
que las personas que viven cerca del mar son las más felices. El estudio
incluyó una amplia encuesta sobre el bienestar y la felicidad en todo el país,
arrojando que los habitantes de las islas y quienes residen cerca de las
costas, son las personas que se consideran con mayor bienestar emocional, pero
ante todo, muy felices. Contrario sucedió a las personas habitantes de las
grandes urbes como Londres, Luton, Reading, quienes no se consideraron felices,
ni aquellas poseedoras de altos ingresos económicos. El segundo puesto en
felicidad y bienestar fue localizado en zonas rurales, siendo los moradores de
los valles quienes percibieron ser más felices. Pero en general aquellos residentes
cerca, y relacionados estrechamente con el mar se consideraron los más felices.
Algunos psicólogos como Abraham Maslow,
afirman que la plena felicidad del ser humano se adquiere cuando se han
satisfecho las necesidades básicas más esenciales, como la alimentación, el
vestuario, un techo, la salud y educación. Sin embargo, otros pensadores
consideran que la felicidad está asociada a la espiritualidad, y ponen como
ejemplo a muchos monjes y religiosos del Tíbet, algunas regiones de China,
India, Japón, y aquellos países donde se practica el budismo. No obstante estar
con hambre, poca ropa, y viviendo hacinadas, estas comunidades poseen una
paciencia y felicidad que cualquier occidental que vive presuroso y preocupado
envidiaría. Igual ejemplo nos brinda la mayoría de comunidades musulmanas de todo
el mundo. Poseen una paciencia envidiable, y cualquier acontecimiento adverso
que les sucede lo consideran como la voluntad de Alá, su dios.
Lo cierto es que los estudios realizados por antropólogos,
sociólogos y psicólogos, arrojan como resultado que la felicidad humana se constituye
en un estado mental, y no está estrechamente relacionada con el nivel
socioeconómico de las personas. La riqueza material en sí, no genera un estado
permanente de felicidad. Puede relacionarse con el bienestar personal y quizá brinde
más seguridad en sí mismo, pero no es fuente suprema de felicidad. Tres
elementos son indispensables para procurar altos niveles de felicidad en las
personas; primero: una buena salud es requisito primordial para ser feliz;
segundo: la libertad hace más felices las personas. La pérdida de este precioso
derecho hace infeliz a cualquiera; tercero: una buena relación sentimental es
el complemento de la felicidad. Querer a
alguien y ser correspondido, prodiga los máximos niveles de felicidad. Los demás
componentes llegarán por añadidura.
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