Santiago Villarreal Cuéllar
En una colcha de retazos de diversos colores convirtieron
las madres y padres de la patria la reforma constitucional llamada equilibrio
de poderes, presentada por el ejecutivo, quien habilidosamente introdujo
artículos dando plenos poderes para nominar procurador, contralor y fiscal
general. En buena hora los legisladores de la comisión primera del senado
mocharon semejantes mamotretos, pero en cambio se han divertido colgándole adornos
para tratar de embellecerla. En esta comisión castraron esos poderes supremos
al presidente, y quitaron el alargamiento del periodo presidencial,
gobernadores y alcaldes, y toda la corte que elegimos cada cuatro años. Buena
medida si tenemos en cuenta la pésima gestión de algunos gobernantes como para
que el pueblo aguante más años con ellos dirigiendo el país. Aprobaron la no
reelección, incluso con la anuencia de la extrema derecha que sin querer queriendo
votó el articulado. Soy de la opinión de mantener la reelección para después de
transcurrido un periodo presidencial, de gobernador o alcalde, cómo lo
contemplaba la constitución de 1886 después de la reforma de 1912. Los
gobernantes que el pueblo considere buenos, deben tener otra oportunidad. Se
suprimirá el voto preferente acabando así con las empresas electoreras
personales que desdibujaron la filosofía de los partidos políticos. Debemos
aplaudir esta reforma pero los partidos tendrán que democratizarse en su
interior para no regresar a las listas de bolígrafo. A última el senador
Benedetti añadió un viejo pañuelo a la colcha para obligar a los colombianos a
votar. No me gusta el voto obligatorio porque desdibuja el principio filosófico
de la libertad individual, postulado humanista inspirado en los más nobles
propósitos establecidos por grandes pensadores como Montesquieu, Rousseau,
Diderot y Voltaire, sobre los cuales se fundaron nuestras democracias. Sin
embargo, si se aprueba, esta puede ser una verdadera revolución democrática
para acabar con la politiquería de la venta y compra de votos pues ese 65% de
electores indiferentes que no votan, pueden llegar a cambiar las costumbres y
gobernantes de este país. Les saldría caro a los politiqueros tradicionales
comprar todas esas conciencias, aunque en este país parece que es fácil
conseguir dinero para tomar trago y hacer política.
Pero para terminar de coser la colcha falta
el paso por las plenarias de cámara y senado, donde existe un zoológico lleno
de micos, gorilas y orangutanes, esperando los proyectos de ley y reformas para
colgarse. No será fácil que pasen muchos de estos artículos como los del voto
obligatorio, o la supresión del
voto preferente pues muchas madres y padres de la patria perderían sus feudos
en los próximos años.
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