Santiago Villarreal Cuéllar
En España semanalmente es asesinada una mujer
a manos de su propio esposo o compañero sentimental. En Colombia hemos llegado
a registrar casi el mismo índice de mortalidad de mujeres, asesinadas por parte
de sus compañeros sentimentales. Pero es alarmante que nuestro Departamento del
Huila esté ocupando un nefasto lugar en asesinatos de mujeres por el mismo
fenómeno. En el sur van dos damas asesinadas con arma blanca cuyos autores
materiales son sus propios compañeros de relación amorosa. Esta situación es alarmante
y llama la atención sobre una patología mental bastante peligrosa como es la
compulsión agresiva.
En la alambrada de la inteligencia, el
cerebro humano guarda genes de millones de años de evolución, conocidos como
cerebro reptil; un cerebro que no escucha, no posee suficiente sentido de la
vista; se guía por una feromona del instinto al asecho; al ataque; a depredar.
En un momento de furia incontrolada el hombre reptil pierde el sentido de
razonamiento, la conciencia humana, regresando
al cerebro reptil; allí entra en acción la feromona y sin medir consecuencias
agrede a su víctima, generalmente la compañera, propinando contundentes golpes
con arma mortal. Lo hace con furia, con sevicia, con un instinto compulsivo a
destruir hasta el último halito de vida. Es preciso destruir ese cuerpo, es
necesario que muera para evitar que escape, que se vaya con otra persona. Aquí se
mescla la compulsión agresiva con unos celos compulsivos y una compulsión
posesiva, acompañada de una patología psicosomática conocida como dependencia
afectiva. Son cuatro patologías mentales convertidas en una, resultando la aparición
del cerebro reptil.
Si eres mujer y su compañero sentimental te
agrede físicamente con regularidad, tenga cuidado porque vives con una persona
que en cualquier momento puede llegar a desarrollar el cerebro reptil; tu vida
corre peligro. Es preciso que reciban una terapia psicológica y en el mejor de
los casos se necesita tratamiento psiquiátrico. Corresponde a las autoridades
sanitarias revisar los programas de salud mental para incluir en sus campañas
esta peligrosa patología clínica.








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