Santiago Villarreal Cuéllar
De nuevo esta rica y hermosa región del sur
del país vuelve a ser noticia, no precisamente por su biodiversidad, situación
geográfica, riqueza humana y belleza natural. El Putumayo tiene un desafortunado
sino de violencia y conflicto a través de su historia. La Vorágine de José
Eustasio Rivera, denunció el terrible drama de la crueldad y saqueo de los
señores del caucho, y desde aquellos años del siglo antepasado no ha descansado
la muerte, segando vidas humanas mediante el asesinato, destruyendo flora y
matando la fauna.
Por estos días los medios de comunicación
conmueven a los colombianos y extranjeros presentando derrames de petróleo sobre
la superficie de ríos y quebradas, producto de los atentados del frente 48 de
las farc. Condenan van, condenan vienen y los que dicen defender la ecología
ponen el grito en el cielo. También me
uno a esa justa condena por la forma irresponsable como estos grupos armados
desparraman el oro negro sin tener en cuenta la flora y fauna. Pero el mayor
daño ecológico a una de las zonas colombianas reconocida por la comunidad
internacional como la más rica en biodiversidad de la región amazónica, la causaron
las multinacionales petroleras. Hace 40 años llegaron empresas extranjeras a
explotar el precioso líquido, sin tener en cuenta las más mínimas medidas para
proteger el medio ambiente. Por donde quiera que se transite en el municipio de
Orito y otros lugares geográficos donde se ha expoliado petróleo, se evidencia
la huella de destrucción de amplios sectores de flora, ocasionando con ello la
muerte de la fauna. De esto no dan cuenta los medios de comunicación, ni los
ecologistas mediáticos. Los enormes charcos de crudo esparcidos en las ruinas de
antiguos pozos, no solo persisten en el tiempo cumpliendo su asesina misión
destructiva, sino que han sido inyectados de bacterias creadas en laboratorios
extranjeros para tratar de mitigar los daños, sin prever que esto puede
originar una mutación biológica de incalculables consecuencias futuras.
Pero este es apenas el segundo capítulo de la
trágica historia de esta noble región. La bonanza coquera deforestó miles y
miles de hectáreas de selva virgen ocasionando otro daño irreparable al
ecosistema. También son responsables de estos lamentables hechos, el estado,
las farc, y grupos para-militares que con la complacencia de las fuerzas del
orden, aún controlan amplios sectores del bajo Putumayo, con nombres como los
“rastrojos.” Y ni qué decir de la pérdida de vidas humanas que se cuentan por
miles, pero por temor nadie denuncia. La vida humana en el bajo Putumayo vale
menos que la de un ave.
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