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7/29/2014

Putumayo: petróleo y violencia


Santiago Villarreal Cuéllar

De nuevo esta rica y hermosa región del sur del país vuelve a ser noticia, no precisamente por su biodiversidad, situación geográfica, riqueza humana y belleza natural. El Putumayo tiene un desafortunado sino de violencia y conflicto a través de su historia. La Vorágine de José Eustasio Rivera, denunció el terrible drama de la crueldad y saqueo de los señores del caucho, y desde aquellos años del siglo antepasado no ha descansado la muerte, segando vidas humanas mediante el asesinato, destruyendo flora y matando la fauna.
Por estos días los medios de comunicación conmueven a los colombianos y extranjeros presentando derrames de petróleo sobre la superficie de ríos y quebradas, producto de los atentados del frente 48 de las farc. Condenan van, condenan vienen y los que dicen defender la ecología ponen  el grito en el cielo. También me uno a esa justa condena por la forma irresponsable como estos grupos armados desparraman el oro negro sin tener en cuenta la flora y fauna. Pero el mayor daño ecológico a una de las zonas colombianas reconocida por la comunidad internacional como la más rica en biodiversidad de la región amazónica, la causaron las multinacionales petroleras. Hace 40 años llegaron empresas extranjeras a explotar el precioso líquido, sin tener en cuenta las más mínimas medidas para proteger el medio ambiente. Por donde quiera que se transite en el municipio de Orito y otros lugares geográficos donde se ha expoliado petróleo, se evidencia la huella de destrucción de amplios sectores de flora, ocasionando con ello la muerte de la fauna. De esto no dan cuenta los medios de comunicación, ni los ecologistas mediáticos. Los enormes charcos de crudo esparcidos en las ruinas de antiguos pozos, no solo persisten en el tiempo cumpliendo su asesina misión destructiva, sino que han sido inyectados de bacterias creadas en laboratorios extranjeros para tratar de mitigar los daños, sin prever que esto puede originar una mutación biológica de incalculables consecuencias futuras.
Pero este es apenas el segundo capítulo de la trágica historia de esta noble región. La bonanza coquera deforestó miles y miles de hectáreas de selva virgen ocasionando otro daño irreparable al ecosistema. También son responsables de estos lamentables hechos, el estado, las farc, y grupos para-militares que con la complacencia de las fuerzas del orden, aún controlan amplios sectores del bajo Putumayo, con nombres como los “rastrojos.” Y ni qué decir de la pérdida de vidas humanas que se cuentan por miles, pero por temor nadie denuncia. La vida humana en el bajo Putumayo vale menos que la de un ave.         


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