Santiago Villarreal Cuéllar
La mayoría de la gente incluyendo algunos
profesionales de la psicología, utilizan la palabra sexualidad para referirse a
las relaciones genitales. Sin embargo, las relaciones sexuales son una cosa y las
relaciones genitales son otra, aunque ambas están estrechamente relacionadas.
La sexología, ciencia que estudia la sexualidad humana, describe las relaciones
sexuales como aquellas donde juega un papel fundamental toda clase de
estímulos, como caricias, besos, abrazos, masajes, afecto, emociones y zonas
erógenas. La piel del ser humano es sexuada, es decir, que responde con
sensaciones placenteras ante cualquier estímulo. Por ejemplo: las caricias,
masajes y abrazos prolongados, producen una sensación placentera, y dan
tranquilidad emocional. Si estas caricias se realizan en las llamadas zonas
erógenas, el placer será más intenso, y si las mismas se efectúan en los
órganos genitales, el placer será pleno. Entonces, una relación sexual es un
abrazo, una caricia, un beso, un masaje, tomarse de la mano, brindar afecto; el
amamantamiento de la madre hacia el niño, se considera una relación sexual,
aunque este calificativo parezca escandaloso. Cuando nos abrazan sentimos una
sensación placentera; lo mismo sucede cuando nos acarician alguna parte de
nuestra piel, y ese mismo estímulo recibimos cuando nos brindan afecto.
Las relaciones genitales son aquellas donde
los órganos de la reproducción, testículos y pene en el hombre; vulva y vagina
en la mujer, juegan el rol principal de una función relacionada con la
sexualidad. Cuando hay penetración del órgano genital masculino en el órgano
genital femenino, allí se configura una relación genital. También se considera relación
genital cuando el ano es penetrado por el órgano genital masculino, u otro
objeto que origine placer. La sexología considera esta zona erógena (el ano),
tanto en la mujer como en el hombre, como un lugar donde se produce máximo
placer. Y aunque toda relación sexual ocasiona placer, son los órganos
genitales los que producen la máxima sensación placentera en los humanos. Esto
se debe a que somos poseedores de mayor
corteza cerebral que los demás animales.
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