Santiago Villarreal Cuéllar
Después del triunfo del presidente Juan
Manuel Santos, los colombianos defensores de los derechos humanos, los
defensores del proceso de diálogo y negociación con los grupos guerrilleros,
sentimos un fresco. Durante la campaña para la segunda vuelta, cruzamos los
dedos esperando cuál de los dos candidatos tendría la favorabilidad del
electorado colombiano. Pero el pueblo es sabio, este pueblo colombiano prefirió
la reconciliación, el diálogo, las vías pacíficas para la solución del
conflicto armado que vive Colombia desde hace 60 años. No obstante, casi siete
millones de colombianos votaron por la propuesta guerrerista, la de regresar a
los tenebrosos grupos para-militares, la de excarcelar militares por los falsos
positivos, aquella de volver a los “ríos de sangre,” frase atribuida a un ex general,
y de continuar la era Uribe. A esos millones de compatriotas los invitamos a deponer
sus espíritus, a buscar con serenidad la paz interior, en sus mentes y
corazones que de alguna manera están envenenados por un rencor estéril e
inútil.
Atrás quedó sepultada la farsa creada por
algunos agitadores sin ideología del “uribismo,” de hacer creer al país que con
Santos se impondrá el “castro-chavismo,” algo abstracto, inexistente, imaginado
por mentes que desconocen la geo-política mundial, y ni siquiera han viajado a
Cuba y Venezuela; solo basan sus absurdas suposiciones en informaciones
mediáticas de los medios propagandísticos pagados por las multinacionales.
También quedaron sepultados los temores infundados de que el presidente Santos
entregará el país a los jefes de las farc. Todas esas fantasías de mentes
fanáticas fueron desechadas por la mayoría de colombianos que apostaron a las
vías civilizadas y pacíficas para solucionar el conflicto armado.
Corresponde ahora a todos los colombianos
hacer cumplir las promesas hechas por el presidente Santos durante su agitada
campaña. Debemos permanecer en estado de alerta para que los diálogos continúen
y culminen en un verdadero acuerdo de paz y reconciliación, para iniciar la
etapa más difícil de este tránsito de la pacificación que es el pos-conflicto.
Este no es el fin, sino apenas el comienzo para alcanzar la verdadera paz.
Porque lograr la desmovilización de los actores armados, no es el fin, ni con
ello se obtendrá la paz definitiva. Mientras existan problemas como la salud de
los colombianos, la mala educación, la marginación de amplios sectores
sociales, el hambre de cientos de miles de colombianos, la falta de vivienda, y
otras necesidades básicas del ser humano, no habrá paz. Si el problema del agro
colombiano, para citar un ejemplo, no es solucionado de forma estructural,
nuevas formas de expresión violenta surgirán en nuestro país.
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