Santiago Villarreal Cuéllar
Cuando tomas un sorbo de agua, estás
absorbiendo espíritus contenidos en las moléculas de este precioso líquido.
Igual sucede cuando te bañas en la ducha, una alberca, la piscina, río o
quebrada; no solo lavas tu cuerpo, sino que un cúmulo de espíritus acaricia tu
piel sin darte cuenta. Claro, usted no sabe que este precioso elemento llamado
agua, responsable del origen de todas las formas de vida existentes en nuestro
planeta, posee espíritus elementales, solo vistos por mentes clarividentes, por niños inocentes y los animales, quienes
ven y perciben estos elementales invisibles. Por esta razón, muchas veces vemos
algún perro latiéndole a un río, quebrada, o laguna, y nos preguntamos: ¿acaso
se volvió loco? Las aves multicolores se bañan en pequeños charcos y sus
diminutos ojos ven estos espíritus elementales, pero no se asustan pues desde su
nacimiento están acostumbradas a verlos.
En la cultura griega estos elementales del
agua se conocían con el nombre de Ondinas y Nereidas, pero mucho antes, la
cultura Celta del norte de Alemania y países escandinavos, adoraban estos
seres, cuyo culto tiene origen en la religión nórdica, siendo Odín o Wotan su
principal jerarca, o dios. También nuestras culturas ancestrales, Aztecas,
Mayas, Chibchas, Incas, Araucanos, Mapuches, Guaraníes, rendían culto al agua,
no solo porque la consideraban la madre de la vida, sino porque ellos podían
ver y percibir estos espíritus elementales. En la cultura Azteca y Maya, Tláloc
se llamaba el dios de las aguas; cuando ocurrían largas sequías, los aborígenes
realizaban el ritual sagrado del agua, invocando a Tláloc, y casi que de
inmediato llovía. En la altiplanicie de Cundinamarca, concretamente en la
laguna de Guatavita, los Muiscas también
celebraban el ritual sagrado del agua, arrojando oro en polvo a la
laguna para obtener buenas cosechas y agradecer la fertilidad de hombres y
mujeres.
Nosotros deberíamos regresar al culto del
agua, no contaminando los afluentes de ríos y quebradas; tomando racionalmente
la necesaria y agradecer diariamente a las Ondinas y Nereidas ese precioso
regalo.
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