Por: Javier Salas / Esmateria.com
Encélado, una de las numerosas lunas de Saturno, vuelve a reclamar sus 15 minutos de fama astronómica. Este frío satélite, de apenas 500 kilómetros de diámetro, cuenta con un mar bajo su cáscara de hielo. Un océano de agua de ocho kilómetros de profundidad que se aposenta sobre una superficie rocosa, un escenario inédito que proporciona unas condiciones únicas en el Sistema Solar para que se dieran las reacciones químicas necesarias para obtener la chispa de la vida. Las mediciones proporcionadas por la sonda Cassini en tres vuelos junto a Encélado confirman que este satélite merece más atención por parte de los planetólogos.
La existencia de ese mar se venía deduciendo desde que en 2005 Cassini fotografiara unos sorprendentes géiseres liberando vapor en el polo sur de este satélite. La espectacular fotografía y las mediciones posteriores indicaban que debajo de la gruesa capa de hielo podía haber una bolsa de agua líquida. Más tarde, el análisis de los materiales liberados en sus géiseres, que contenían compuestos salados y orgánicos de carbono, proporcionó nuevos indicios. Ahora, la existencia de ese mar queda ratificada por estas nuevas mediciones gravitacionales de Cassini, publicadas en el último número de Science. Con un extra importantísimo: el agua está en contacto con la superficie rocosa del planeta —no con hielo, como en otros lugares— lo que puede dar mucho juego a la química.
El hallazgo se consigue cruzando datos muy sofisticados sobre la atracción que la gravedad de Encélado provoca en Cassini al sobrevolar este satélite. “Estos sobrevuelos gravitacionales se produjeron entre abril de 2010 y mayo de 2012. Dos de ellos en el hemisferio sur, mientras que el otro alcanzó latitudes más al norte. Los tres encuentros, todos a bajas altitudes, fueron diseñados con el fin de detectar la asimetría de la gravedad entre los hemisferios del satélite”, detalla para Materia Marzia Parisi, responsable del análisis de los datos de Cassini para este hallazgo.
El sistema es tan sensible que es capaz de detectar que, bajo una gruesa capa de entre 30 y 40 kilómetros de profundidad, se encuentra un océano que cubre el polo sur del satélite, sobre una superficie similar a la que cubre Andalucía. No sólo eso: en estos paseos a menos de 100 kilómetros de esta luna se pudo calcular que ese mar está asentado sobre la superficie rocosa de Encélado. “Los sobrevuelos perciben una perturbación gravitacional que no se corresponde con lo que sería un cuerpo de roca y hielo, hay algo más pesado que no se explica por la topografía, como serían unas montañas”, explica la planetóloga Luisa Lara, del Instituto de Astrofísica de Andalucía (IAA-CSIC). “Es un análisis muy fino y muy firme para ser tan preciso”, recalca.
“La gran depresión observada en el polo sur, en comparación con la densidad del hielo, sólo puede explicarse por la presencia de una capa más densa debajo de la superficie de hielo, un mar en las profundidades”, confirma a esta redacción el autor principal del estudio, el italiano Luciano Iess, de la Universidad de la Sapienza de Roma. A la confirmación de lo que ya se sabía, la existencia de agua, se suma un dato que se podía suponer y que es crucial: el contacto con roca.
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“La interacción entre los silicatos de la roca y el agua podría generar reacciones químicas, algo que no sucedería si el agua estuviera en contacto tan sólo con el hielo. Y las reacciones químicas son cruciales para que surja la vida”, aventura Iess, en referencia a otros cuerpos como Europa, la luna de Júpiter, pero cuyos mares bailan en el hielo, aunque también dispara gigantescos géiseres hacia el exterior.
“La presencia de agua en estado líquido siempre sugiere la habitabilidad del cuerpo en cuestión”, continúa el investigador. ”Aunque la gran distancia del Sol hace del sistema de Saturno un ambiente muy duro para que surja la vida, debemos tener en cuenta que hay organismos muy simples que pueblan las regiones polares de la Tierra y que son conocidos por sobrevivir en condiciones comparables a las de Encélado, donde la temperatura de la superficie de -180° “, señala Iess.
Un ejemplo de lo que explica este planetólogo son las investigaciones que equipos de varios países están realizando en lagos subglaciales de la Antártida, bajo kilómetros de hielo, en los que estarían hallando nuevas formas de vida extremófilas capaces de resistir y progresar en condiciones tan duras. De ahí que, si es posible en la Tierra, algunos astrobiólogos deduzcan que también puede ocurrir en otros mundos helados como Encélado o Europa.
El chispazo de la vida
No obstante, en la ecuación para la vida falta una fuente de energía para que prendiera el chispazo. “Esta luna de Saturno es tan pequeña que la presencia de una fuente de energía interna capaz de fundir el hielo es muy poco probable. El calentamiento inesperado de la región del polo sur del satélite debe venir de las mareas causadas por Saturno, flexionando, frotando y calentando el hielo”, apunta Iess. Las observaciones de Cassini han permitido comprobar que estas mareas multiplican la fuerza de los géiseres y generan una energía térmica excepcional en la región polar de Encélado.
“Estos dos factores, agua y calor, añadido al hecho de que hay sales y compuestos orgánicos en la composición de los géiseres y en las fracturas del hielo por las que los chorros salen, constituyen de hecho una condición potencialmente favorable para la aparición de la vida”, insiste Iess. El investigador italiano no está sólo en su deducción: esta misma semana, la revista Astrobiology publica un artículo del reconocido experto Chris McKay, especialista en ciencias planetarias de la NASA, en el que apuesta por Encélado como el candidato número uno en el que volcar los esfuerzos para estudiar las condiciones para la vida.
Consultado por Materia a partir de su artículo y el publicado en Science, McKay se reafirma en su percepción: “Es otra evidencia independiente de la existencia de un importante cuerpo de agua líquida bajo la superficie de Encélado. Tanto el análisis químico como el de la gravedad indican que el agua está en contacto con la roca. Y esto importante porque el agua pura no es por sí habitable. Tiene que haber energía química, sales y otros componentes que pueden surgir del agua interactuando con la roca”.
“La presencia de agua, calor y compuestos orgánicos son condiciones favorables para la aparición de la vida”, explica Iess
Dentro del Sistema Solar, los principales candidatos a ser habitables —con condiciones para propiciar la vida— son Marte, Europa y Titán (otra luna de Saturno). McKay asegura que Encélado es el aspirante mejor colocado de ese póker: “Hay tres cosas que le hacen tan bueno para la habitabilidad y la toma de muestras: cuenta con compuestos orgánicos, una fuente de calor activo para producir líquido y su corteza delgada y con poca gravedad que permite que se pueda filtrar hacia el espacio contenido de su interior”. Es lo que sucede con las rayas de tigre que hay sobre el mar de Encélado, unas grietas más calientes por las que se disparan los géiseres.
Europa, por ejemplo, también cuenta con mares bajo el hielo, pero es casi imposible tomar muestras, como explica Luisa Lara: “Europa es muy atractiva pero está muy cerca de Júpiter, que rebota el viento solar y literalmente freiría casi cualquier aparato. Además, habría que ver cómo penetrar su capa de hielo, que a esas temperaturas es fría como el diamante. Imagina si será dura, que hay quien fantaseó con romperla con explosiones nucleares”, asegura Lara.
Sin embargo, Encélado es accesible en todos los sentidos. Por su parte, según explica la planetóloga, Titán tiene todos los ingredientes necesarios para ser habitable, salvo el agua, lo que debería relegar su interés. Y Marte es el planeta de moda, no necesita más atenciones, pero esta pequeña y fría luna de Saturno sí, según creen tanto Lara como McKay. Ambos han formado parte del equipo de preparación de una misión conjunta de la ESA y la NASA para visitar Titán y Encélado, llamada TandEM, que de momento se encuentra aparcada en un cajón a la espera de mejores momentos económicos.
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