Santiago Villarreal Cuéllar
A principios de los años ochenta, leí la primera obra de Gabriel García Márquez. Crónica de una muerte anunciada me pareció genial, porque empieza con una trama sobre el asesinato de Santiago Nasár, pero el relato lleno de historias que lo llevan a uno hasta el final de la novela, que es precisamente cuando el personaje muere. La imaginación desbordada de este maestro de la literatura universal no tiene límites y en esta obra se encuentran detalles entretenedores y simpáticos como el del Obispo que le gustaba que le regalaran gallos crestirrosos, de los que solo se comía sus crestas y el resto del cuerpo lo botaba.
Después de esta primera novela, he sido un lector incansable de su maravillosa obra. Cien años de soledad la he leído seis veces y siempre encuentro algo nuevo, algo que no había descubierto en la anterior lectura y lo lleva a uno a gustarle más esta obra extraordinaria, que le mereció el Nobel de Literatura en 1982.
Cómo sacar de nuestros recuerdos las mariposas amarillas, el coronel Aureliano Bundía, la Mama Grande en esos funerales a los que asistió el mismo Papa y fueron todas las reinas colombianas, haciendo una sátira a esa idiosincrasia de nuestro pueblo de hacer cualquier celebración escogiendo reinas, como si viviéramos de la nostalgia del reino español. Y cómo olvidar la Cándida Erendida y esa abuela desalmada que puso como penitencia a su nieta vender su cuerpo al mejor postor para pagar la casa que accidentalmente se quemó echando la culpa a la niña.
Sus cuentos y novelas, no solo nos deleita por su imaginación, sino por llevarnos a ese mundo histórico, típico de la cultura colombiana y latinoamericana, que vive en busca de una esperanza, de una quimera, de una utopía y que por desgracia somos un pueblo que sufre de amnesia, que olvidamos nuestra historia y por ese asar estamos condenados a repetirla.
Los restos mortales del inmortal Gabo, serán cremados el viernes santo 18 de abril de 2014, en una ceremonia privada, a la que solo su familia tendrá acceso. Pero Gabriel García Márquez ya es inmortal, porque al igual que Miguel de Cervántes con su Quijote de la Mancha, Wiliam Shakespeare con su Romeo y Julieta, Homero con su Iliáda y tantos otros maestros de las letras que nos deleitan con su obra, nunca morirán, ni serán olvidados. Mientras el ser humano exista sobre la tierra, jamás se borrarán ni dejarán de leerse sus obras.
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