Santiago Villarreal Cuéllar
Hace algún
tiempo escuché decir al presidente del Uruguay, José “Pepe” Mujica, que los
alimentos y demás derivados de los transgénicos serán la salvación de la
humanidad, frente al recalentamiento climático mundial, que pone en peligro la
existencia de la vida en la tierra. Estoy totalmente de acuerdo con las
apreciaciones de este sabio mandatario, quizá el único que le preocupa el
futuro de la humanidad.
El asunto
del recalentamiento del planeta, que según algunos científicos, es a causa del
agrietamiento de la capa de ozono que protege la atmosfera terrestre, debido a
las emisiones de dióxido de carbono, pero que para otros científicos es
consecuencia de un ciclo que ocurre en nuestro planeta cada 70 millones de
años, puede poner fin a las manifestaciones de vida que aún existen. Cualquiera
que sea la teoría verdadera, lo cierto es que la ciencia debe encontrar fórmulas
para evitar o dilatar, el fin de la vida terrestre. El recalentamiento de la
tierra irá aumentando paulatinamente año tras año, hasta llegar a convertir nuestra
tierra en un horno invivible. Las pocas reservas de agua dulce que aún quedan,
se evaporarán, e incluso los mares se esfumarán. No es el Apocalipsis, es
nuestra pura realidad.
Hace al
menos 10 mil años, el ser humano viene modificando de forma indirecta, genéticamente
plantas y animales. Pero fue solo hasta 1973, cuando Herbert Boyer y Stanley
Cohen, consiguieron trasferir ADN de un organismo a otro. El mismo año, Rudolf
Jaenisch creó un ratón transgénico, que se convirtió en el primer animal
transgénico de la historia. En los últimos 40 años la técnica de los
transgénicos ha revolucionado, no solo los vegetales, sino los animales,
incluyendo al ser humano. La producción y consumo de alimentos genéticamente
modificados, ha causado polémica entre algunas corrientes ambientalistas,
religiosas y partidarios de alimentos tradicionales u orgánicos. Se han sumado
igualmente algunos defensores de la salud, que creen que dichos alimentos
pueden causar algunas enfermedades. Sin embargo, hasta la fecha no se ha
demostrado científicamente que el consumo de transgénicos ocasione alteraciones
en la salubridad humana.
Los
diseñadores de alimentos transgénicos, en todas sus variedades (animales y
vegetales), tienen la inmensa responsabilidad de crear plantas y animales,
genéticamente resistentes al calor, que produzcan alimentos para la humanidad
en tiempos del recalentamiento global. Y aunque parezca descabellado, deben
trabajar para modificar genéticamente seres humanos que resistan altas
temperaturas, con órganos que consuman menos agua y oxígeno. Quizá sea posible
el diseño de humanos que puedan llegar a habitar otros planetas, donde las
condiciones son totalmente diferentes a la tierra.
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