Santiago
Villarreal Cuéllar
Las
plantas, hierbas, arbustos, árboles y todo el reino vegetal, poseen,
no solo vida sino alma, espíritu, elemental o una entidad invisible
a los ojos de los humanos. Cuando Charles Webster Leadveater y Annie
Besant, publicaron su libro Los Elementales, a mediados del siglo
veinte, donde afirman que las plantas tienen una entidad elemental o
espiritual, muchos críticos, entre ellos destacados científicos,
llegaron a tildarlos de locos. Sin embargo, en la década de los
ochenta, biólogos canadienses experimentaron, cómo las plantas
responden positivamente a los estímulos (caricias) prodigados por
los humanos. En un jardín de Toronto, estos científicos colocaron
varias macetas con plantas ornamentales, y diariamente acariciaban
algunas, e incluso les expresaban palabras alentadoras, mientras no
lo hicieron con otras. Al cabo de seis meses, aquellas plantas que
recibieron estímulos, mostraron un desarrollo y florescencia
superior, sobre aquellas que no los recibieron.
En
la misma década de los ochenta, varios científicos empezaron a
profundizar y desarrollar la teoría de la física cuántica, más
conocida como energía cuántica, que consiste en demostrar que toda
la materia posee algún tipo de energía. Esto por supuesto incluye
las plantas, que al examinarlas, colocando sensores de energía,
llegaron incluso a escuchar sonidos melodiosos. Estamos a punto de
demostrar que los creyentes de los elementales de las plantas tenían
razón, así fuera empírica o exotérica.
También
tenían razón nuestros aborígenes de toda América, cuando
utilizaban, y todavía lo hacen aquellas culturas que conservan sus
tradiciones ancestrales, las plantas para curar enfermedades,
realizar rituales sagrados y elaborar poderosos venenos para sus
flechas. Estos aborígenes cuando se disponen a coger una planta
medicinal, primero solicitan permiso al espíritu elemental y luego
arrancan la misma, o cortan sus ramas para preparar el brebaje. Lo
hacen de igual forma cuando se internan en los frondosos y espesos
bosques, pidiendo permiso a los espíritus de los gigantescos árboles
para que permitan su paso y no perderse en la jungla. De allí nace
el respeto que debemos tener por la madre naturaleza.
1 comentarios:
sOY ESTUDIANTE DE AGRONOMIA Y ME GUSTO MUCHO ESTE ARTICULO.GRACIAS..!!!
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