Santiago
Villarreal Cuéllar
En
diciembre de 1981, se celebró en la ciudad de Bogotá, un Congreso
Gnóstico internacional, al cual asistí siendo todavía adolescente.
Entre la mercadería que se exhibía (medallas, libros, talismanes,
ungüentos), observé una larga fila de mujeres, de todas las edades,
esperando llegar al lugar donde una señora de origen valluno, vendía
unos pequeños frascos, cuyo interior contenía un líquido color
oscuro, tapados herméticamente con corchos. Hice cola para llegar
hasta ella, ante la mirada curiosa de las mujeres pues era el único
hombre que estaba en medio de ellas. Grande fue mi sorpresa cuando la
señora de largas pestañas (eran postizas), ojos vivaces, y
conversación rápida, me dijo que esa “medicina” era solo para
las mujeres pues con ella repararían la virginidad perdida. Me quedé
estupefacto pues ya tenía algunos conocimientos sobre anatomía y
biología, y hasta donde tenía conocimiento, era completamente
imposible reconstruir el himen. Cuando el “medicamento” se agotó,
logré hablar con la señora, quien me explicó que el producto era
tan milagroso, que al ser frotado al interior de la vagina, durante 3
meses, nuevamente nacía un nuevo himen, mucho más resistente que el
primero. Eso sí, durante ese periodo de tiempo la mujer que se
hiciera el tratamiento debía abstenerse de tener penetraciones
genitales pues se dañaría el milagro.
Desde
entonces me empecé a preguntar, porqué le daban tanta importancia a
la virginidad de las mujeres y en cambio nada interesaba la de los
hombres. Todavía no había viajado a Estados Unidos, ni a Europa,
donde la virginidad no tiene ninguna relevancia, y por el contrario,
en el país del norte el himen de las recién nacidas es cortado en
las clínicas donde nacen, igual que lo hacen con los niños,
circuncidándolos. Comprendí que el machismo, muy arraigado en
Latino-América, heredado de la religiosidad católica, colocaba a la
mujer como un simple objeto sexual, cuyo principal trofeo constituía
la conservación de la virginidad. Era una deshonra para una mujer,
no llegar virgen el día de su casamiento.
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