Santiago Villarreal Cuéllar
“Santos nos quiere imponer el “castro-chavismo,” dice el ex presidente
Álvaro Uribe; “yo soy el gobierno de, todos unidos por la paz,” dice Juan
Manuel Santos. Esta retahíla la oímos todos los días, haciendo creer que la
oposición la lidera Uribe y el oficialismo Santos. El circo es el mismo pero
los payasos han cambiado con los años. Desde la independencia, la derecha
polarizó el país entre santanderistas y bolivarianos; después crearon los
partidos liberal y conservador, bajo cuyas banderas la oligarquía derechista se
repartió la nación, incitando al pueblo a derramar su sangre y dar la vida por
esos dos monstruos. Así nos sumergieron hasta mediados del siglo pasado, cuando
cansados de la violencia y aconsejados por el Pentágono, crearon el frente
nacional que gobernó 16 años. Los últimos cuarenta años, esa derecha
recalcitrante cerró toda opción opositora, obligando a los colombianos a votar
solo por los candidatos que ellos presentan.
La decadencia de los partidos tradicionales, obligó la derecha a cambiar
los rótulos: Nueva Fuerza Democrática, de Andrés Pastrana en los noventa;
Cambio Radical en el dos mil, de Vargas Lleras; la U de Uribe y ahora el Centro
Democrático. Pero todos obedecen a la misma ideología: defender el modelo económico
neo-liberal impuesto por el gobierno invisible, los T.L.C., el capitalismo
extranjero, la burguesía criolla y cerrar toda opción de oposición verdadera.
Durante los ocho años del gobierno de Uribe, la derecha se radicalizó,
recurriendo de forma sistemática al genocidio, las desapariciones forzadas, los
falsos positivos y la tortura como forma de amedrentar al pueblo. El gobierno
de Santos continúo con la misma tónica, matizando una supuesta negociación con
las farc, pero tapando y silenciando con dinero del estado los oficiales del
ejército comprometidos con las violaciones a los derechos humanos. Porque si
estos militares hablan, Uribe y Santos se acaban políticamente.
Uribe y Santos quieren hacer creer al país que son como el agua y el
aceite, cuando lo que pretenden es polarizar la nación para que vote por
cualquiera de las dos opciones que ellos representan. Que el pueblo raso, sin educación,
influido por telenovelas, realetes y noticieros parcializados, crea esa comedia,
no es sorprendente. Todavía escucho algunos lustrabotas, sin vivienda, sin
finca y con hambre, decir que Uribe les garantizó la seguridad. Pero que
algunos intelectuales, profesionales de distintos ramos, que no reciben
prebendas de ninguno, crean que Uribe es opositor y Santos una pobre víctima
del otro, es como creer que a las animas se les puede extraer un coto, o que
mañana se acaba el mundo.
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