Santiago Villarreal Cuéllar
Cada 24 de diciembre queman cohetes,
regalan juguetes a los niños, se prepara la cena de
nochebuena, beben, comen y bailan; en muchos hogares se reemplazó el
tradicional pesebre cristiano por el anglosajón árbol de
navidad y papá Noel, que nada tienen que ver con el cristianismo. El 25
amanecen enguayabados y se van al río, o continúan bebiendo
y bailando; así celebramos los latinos la Navidad, o lo que se conoce en
la tradición cristiana como el nacimiento de Jesús.
Se nos olvida que Jesucristo fue un
gran humanista, que cambió la cultura del pensamiento
occidental; a diferencia del Jehová de los hebreos, un dios vengativo,
amante de las guerras y destructor de naciones, Jesucristo es el dios del amor,
la caridad, el perdón y la tolerancia. Por tanto, para Jesucristo la paz
empieza en el corazón y la mente de cada uno de nosotros, extendiéndose al
resto de la sociedad y la nación; es bueno reflexionar en estos
tiempos en que Colombia pasa por un momento histórico de
negociaciones entre gobierno y guerrillas; las oraciones de los creyentes deberían enfocarse
pidiendo por la paz y la reconciliación de los colombianos. Para Jesús, la vida
es el principio de todas las cosas, exaltando ese valor inmenso y condenando
toda forma de violentar la existencia; parar la violencia es de cristianos para
continuar cultivando ese valor que constituye la vida como máximo regalo
de la divinidad. La igualdad de las personas es el otro edificio sobre el que
cimentó Jesús su doctrina; nadie es más importante
que otro, porque todos nacemos del mismo dios y todo cuerpo perece; es una
buena reflexión para los soberbios, orgullosos, pero sobre todo para
quienes detentan el poder político, especialmente para aquellos
que se sienten todopoderosos; también para quienes poseen más fortuna
que otros y se creen los dueños del mundo. Perdonar es otro
precepto cristiano; aquí está encerrada la doctrina de la
tolerancia sin la cual no puede existir civilización, ni
convivencia entre las personas. No juzgar para no ser juzgados y mirar primero
la viga de nuestros ojos, antes de ver la paja en el ojo ajeno; sí que nos
gusta juzgar a los demás y hacer juicios de responsabilidades, sin ni siquiera
conocer motivos o causas.
Jesús nos dio
una gran lección cuando perdonó a María Magdalena,
la prostituta; hoy muchas iglesias mal llamadas cristinas continúan
persiguiendo y satanizando prostitutas, alcohólicos,
drogadictos, homosexuales, lesbianas, creyendo ser salvos solo ellos;
Jesucristo no nació para perseguir a nadie, sino para perdonar y salvar la
humanidad.
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