Santiago Villarreal Cuéllar
“Una nación no debe juzgarse por cómo trata a sus ciudadanos con mejor
posición, sino por cómo trata a los que tienen poco o nada.” Esta es una de
tantas frases célebres del hombre que nos legó un espíritu de paciencia,
tolerancia, dignidad y tesón por la defensa de los derechos humanos, que no es
otra cosa que la defensa de la libertad. Me refiero al líder sudafricano Nelson
Mandela, conocido cariñosamente por su comunidad como Madiba. Porque en la
medida que los gobernantes respeten los derechos de las personas, la libertad
no sufrirá quebrantos. Y en la medida que un estado vele por la seguridad
alimentaria, la salud y el bienestar de los más necesitados, estará preservando
la libertad y la verdadera democracia; “La educación es el arma más poderosa
que puedes usar para cambiar el mundo.” Otra verdad que los gobernantes deben aplicar
donde tengan la oportunidad de mandar. Un pueblo educado será menos susceptible
de ser engañado, tendrá mejores oportunidades de empleo y buena calidad de
vida; “La democracia exige que los derechos políticos y de las minorías se
resguarden.” Cuando en un territorio se discrimina los aborígenes (indígenas),
afro-descendientes (negros), comunidades LGTB (homosexuales y lesbianas), gente
desarrapada y marginada por el estado, la familia y la sociedad (indigentes,
drogadictos), no se puede invocar la verdadera democracia, y la libertad
sufrirá fisuras; “Si quieres hacer la paz con tu enemigo tienes que trabajar
con él. Entonces se convierte en tu compañero.” Esta frase sí que es pertinente
en estos momentos que el gobierno colombiano dialoga con los voceros de las
farc en la Habana. Porque en la medida que se logre desarmar los espíritus de
la violencia y estos grupos trabajen de la mano con toda la sociedad, Colombia
será más grande y su democracia más segura. Pero necesitamos que todos los
colombianos seamos como Mandela: tolerantes, pacientes, amantes de la paz, el
perdón y la reconciliación.
Nelson Mandela logró en su país algo que lleva el título de un libro que
leí hace muchos años y me llama mucho la atención. Se llama “El Milagro del
Perdón,” del Obispo Mormón Spencer W. Kimball. No soy mormón, pero es un libro
extraordinario sobre cómo debemos buscar siempre el perdón, comenzando desde
nuestra propia familia, llevando ese perdón a la sociedad y al país. Cuando uno
perdona, y logra que otro lo perdone a uno, nuestra conciencia descansa y la
mente se llena de alegría y satisfacción. Cuando no se busca el perdón, la vida
es amarga y llena de resentimientos.
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