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12/10/2013

Madiba es ejemplo de imitar


Santiago Villarreal Cuéllar

“Una nación no debe juzgarse por cómo trata a sus ciudadanos con mejor posición, sino por cómo trata a los que tienen poco o nada.” Esta es una de tantas frases célebres del hombre que nos legó un espíritu de paciencia, tolerancia, dignidad y tesón por la defensa de los derechos humanos, que no es otra cosa que la defensa de la libertad. Me refiero al líder sudafricano Nelson Mandela, conocido cariñosamente por su comunidad como Madiba. Porque en la medida que los gobernantes respeten los derechos de las personas, la libertad no sufrirá quebrantos. Y en la medida que un estado vele por la seguridad alimentaria, la salud y el bienestar de los más necesitados, estará preservando la libertad y la verdadera democracia; “La educación es el arma más poderosa que puedes usar para cambiar el mundo.” Otra verdad que los gobernantes deben aplicar donde tengan la oportunidad de mandar. Un pueblo educado será menos susceptible de ser engañado, tendrá mejores oportunidades de empleo y buena calidad de vida; “La democracia exige que los derechos políticos y de las minorías se resguarden.” Cuando en un territorio se discrimina los aborígenes (indígenas), afro-descendientes (negros), comunidades LGTB (homosexuales y lesbianas), gente desarrapada y marginada por el estado, la familia y la sociedad (indigentes, drogadictos), no se puede invocar la verdadera democracia, y la libertad sufrirá fisuras; “Si quieres hacer la paz con tu enemigo tienes que trabajar con él. Entonces se convierte en tu compañero.” Esta frase sí que es pertinente en estos momentos que el gobierno colombiano dialoga con los voceros de las farc en la Habana. Porque en la medida que se logre desarmar los espíritus de la violencia y estos grupos trabajen de la mano con toda la sociedad, Colombia será más grande y su democracia más segura. Pero necesitamos que todos los colombianos seamos como Mandela: tolerantes, pacientes, amantes de la paz, el perdón y la reconciliación.

Nelson Mandela logró en su país algo que lleva el título de un libro que leí hace muchos años y me llama mucho la atención. Se llama “El Milagro del Perdón,” del Obispo Mormón Spencer W. Kimball. No soy mormón, pero es un libro extraordinario sobre cómo debemos buscar siempre el perdón, comenzando desde nuestra propia familia, llevando ese perdón a la sociedad y al país. Cuando uno perdona, y logra que otro lo perdone a uno, nuestra conciencia descansa y la mente se llena de alegría y satisfacción. Cuando no se busca el perdón, la vida es amarga y llena de resentimientos.     

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