Santiago
Villarreal Cuéllar
Hace diez años, un grupo de
sociólogos, psicólogos, antropólogos y psiquiatras, descubrieron al unísono que
muchas sectas religiosas son perjudiciales para la salud mental. Aunque soy
tolerante con los grupos sectarios, siempre he desconfiado de sus doctrinas,
pero principalmente de sus líderes y predicadores, por lo que me he dado a la
tarea de seguir de cerca los estudios sobre los daños y perjuicios ocasionados
por las sectas. A las personas que se fanatizan con una secta se les califica
dentro de esa corriente psiquiátrica, como compulsivos sectarios. Hay personas
que han llegado a la misma locura y no han faltado suicidios colectivos de
grupos de fanáticos inducidos por alucinados líderes sectarios. Y ni que decir
de las múltiples aberraciones sexuales a las que han sometido a hombres y
mujeres, especialmente adolescentes, por parte de enfermos mentales que,
convertidos en “profetas,” pastores y gurúes, aprovechan su investidura para
cometer abusos.
Más de un feligrés ha quedado en
la calle, porque le hicieron vender sus bienes para donar el dinero a la secta.
Son muchas las personas que han dejado morir a un familiar enfermo, el que
fácilmente la ciencia médica pudo salvar, porque prefirieron llevarlo a
“sanaciones” y mientras esperaron el milagro, murió. El lavado de cerebro
realizado por pastores, misioneros y líderes de esas sectas es tal, que
difícilmente una persona inducida y “bautizada” puede liberarse de esas
cadenas. Lo que me consuela en esta lucha contra los daños de las sectas, es
que no me encuentro solo. Hace unos días, descubrí que en los Estados Unidos
existen varias organizaciones no gubernamentales, dedicadas a asistir personas
que recibieron perjuicios mentales ocasionados por su vinculación a alguna
secta. Se les califica como victimas de las sectas y se está realizando toda
una cruzada para abrirle los ojos al resto de personas, que aun no han caído en las garras de las mismas. Es
una lucha muy dura y desigual, si se tiene en cuenta que las sectas están amparadas
constitucionalmente por la libertad de cultos y conciencia. Cuando uno critica
una secta, lo acusan de perseguidor e incluso se puede ver abocado a demandas y
tutelas por parte de quienes pertenecen, predican y viven de las sectas. Porque
no hay que negar que en la actualidad constituye uno de los negocios más
lucrativos. Basta con tener algún conocimiento de Biblia, poseer un lugar,
(local o salón) y tener agallas para predicar, y se funda una secta. Así han
nacido la mayoría de ellas y que hoy se encuentran esparcidas por el mundo.
Terminaré diciendo, que América Latina es tierra fértil para las sectas.
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