Santiago
Villarreal Cuéllar
Diversos líderes religiosos, especialmente de
sectas cristianas y para-cristianas, ofrecen toda clase de milagros y sanaciones
a nombre de Jesús. Miles de creyentes acuden a ceremonias, (cultos y ritos) para
recibir las supuestas bendiciones que redimirán sus dolencias. Los predicadores
aseguran que no son ellos, como cuerpos mortales, quienes prodigan dichos
milagros sino que es el mismo Espíritu Santo quien se manifiesta. Muchas
personas que padecen enfermedades pasajeras, dicen mejorarse cuando acuden a
estas sanaciones. Sin embargo, son muchos los que padecen enfermedades
crónicas, (diabetes, hipertensión) a quienes el Espíritu Santo no parece
interesarse por ellos y aunque acuden a cuanta sanación existe, con toda su fe,
continúan enfermas. Y ni qué decir de enfermedades como el cáncer, sida y
otras, para las que ni en la tierra, ni en el lugar donde reside el Espíritu
Santo han encontrado curación.
Muchas personas, no obstante, aseguran
recibir sanación y milagros. Pero examinemos casos: científicamente está
demostrado que muchas enfermedades padecidas por la gente obedecen a
hipocondrías, más conocidas como dolencias imaginarias. Cuando esto sucede,
esas personas acuden a sanaciones y naturalmente reciben el “milagro.” Otras
personas pueden ser victimas de alguna clase de virus. Las virosis tienen un
periodo de incubación, aparición, evolución y desaparición. Generalmente este
proceso dura alrededor de entre siete y doce días, tiempo en el cual, si el
enfermo es llevado a una sanación, su mejoría natural parecerá como si se
tratara de un milagro. Lo mismo sucede con otras circunstancias de la vida
diaria de las personas. Por ejemplo: si alguien necesita un empleo, acude al
culto de sanación y luego de unos días, ¡oh milagro! El empleo deseado se
consigue. Esto obedece en la mayoría de los casos a la lógica de las
casualidades.
No pretendo con estas afirmaciones menguar la
fe de los creyentes. Todo lo contrario, los humanos debemos creer y tener fe en
nosotros mismos, y si creemos que existe un ser superior, debemos mantener esa
fe y esperanza, pero libre de utopías y supersticiones.
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