Santiago
Villarreal Cuéllar
Hace siete años, se abrió una
investigación en Europa por parte de algunos sociólogos, sicólogos y
psiquiatras, sobre el peligro que representan las sectas para la mentalidad
humana. Antes de continuar el tema, definamos el concepto: se denomina secta, aquella
escisión o ramificación de una gran religión, llámese Católica, judía o
musulmana. Solo para hablar de religiones monoteístas.
América Latina y África, son en
la actualidad los continentes más fértiles para el florecimiento de las sectas.
En el nuestro, crecen principalmente las llamadas cristianas, mientras que en
África proliferan cristianas y musulmanas. En América no solamente han llegado
sectas extranjeras, sino que han fundado muchas.
Los predicadores sectarios hacen
un proselitismo agresivo, utilizando todos los medios posibles, amparados en
los preceptos constitucionales de la libertad de culto. Ellos aseguran poseer
la verdad, basados en la Biblia y no admiten ningún debate sobre los temas que
proponen. Además, prometen “milagros,” creando en la mente ingenua del
receptado, ilusiones utópicas. Posteriormente empiezan a realizar lo que se
denomina el lavado de cerebro, consistente en hacerle creer al adepto, que la
religión que practica es falsa y la que ellos promueven es la verdadera.
Los inducidos por lo general
suelen ser gentes ingenuas, de un nivel académico muy bajo. Pero también se da
el caso de seducir profesionales y personas letradas. Pero, ¿cuáles son los
peligros? Veamos: se ha demostrado que las personas que se congregan en estas
sectas, son personas con muy bajo nivel de autoestima; no poseen un criterio
definido sobre aspectos filosóficos; no se han forjado suficientes valores
morales y sociales, ni metas definidas para su vida; cuando son inducidos y
comienzan a asistir a las reuniones o cultos, empiezan a formar una mentalidad
fanática, que a veces raya con la intolerancia.
Finalmente, cuando ya llevan más
de un año en la secta y son “bautizados,” adquieren una mentalidad compulsiva.
Es decir, se vuelven adictos a la secta, no se pierden una sola reunión y
empiezan a ser misioneros.
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