Por:
Santiago Villarreal Cuéllar
Desde el primero de enero de 2012, vientos de
cambio se avecinan sobre los cielos de los municipios y gobernaciones de Colombia.
Ese día, se posesionan los mandatarios electos el pasado treinta de octubre.
Desde el inicio de este experimento democrático en nuestro país, a partir de
1988, mediante la reforma constitucional de 1985, los colombianos empezamos a
elegir nuestros alcaldes. Solo que los burgomaestres eran elegidos en marzo y
se posesionaban el primero de junio del año electoral. La nueva Constitución de
1991, contempló la elección de gobernadores. Mediante reforma constitucional de
1994, tanto alcaldes como gobernadores se eligen en el mes de octubre y se
posesionan el primero de enero.
Unos pocos municipios y gobernaciones han
logrado grandes éxitos con sus mandatarios. La gran mayoría de estos entes
territoriales, no han tenido suerte y la corrupción, principal enfermedad de
nuestro sistema democrático, tocó fondo en muchas administraciones locales. Son
muchos los gobernadores y alcaldes que han ido a parar a la cárcel, como
castigo de sus actos equivocados e ilegales. Cientos de ellos han sido, o están
siendo investigados, otros fueron suspendidos y no son pocos los que les
declararon “muerte” política. El experimento no ha sido muy alentador, pero esa
es la democracia. ¿O será una falsa democracia?
En lo concerniente a Pitalito, existe un
verdadero optimismo frente a la posesión del doctor Pedro Martín Silva. Un
nuevo estilo, una nueva forma de gobernar, se espera de este contador público,
que ya pasó por ese Despacho dejando un buen rastro. Eso motivó a la mayoría de
laboyanos para que depositáramos la confianza, votando por él. Un hombre de
principios, perteneciente a un partido tradicional, oriundo de esta tierra y de
profunda fe cristiana. Todos esos elementos juntos, nos inspira una confianza
de que realizará las cosas bien.
Todos los mandatarios salientes son
rechazados de alguna forma por la opinión de Pitalito. Pero el que se marcha,
es quizá el que mayor desconfianza ha despertado en el público. Salvo, aquellos
que se beneficiaron directamente de su administración, la inmensa mayoría manifiesta
su satisfacción por su partida. No es para menos. Siempre se percibió una
administración desordenada, permeada por la sospecha. Desde el inicio de su mandato
se habló en los corrillos de una supuesta alianza con grupos mafiosos. Y aunque
esto nunca se demostró, tampoco logró despejar esos comentarios. En materia de
espacio público fue un desastre. Mientras combatió las ventas ambulantes de los
más pobres, permitió toda clase de toldos, como los que instalaban en el Parque
principal para que las multinacionales expendieran teléfonos celulares. Lo
mismo sucedió en los andenes de calles y carreras. En vísperas de su despedida,
cedió parte del parque de la Balvanera para colocar un restaurante de comidas
rápidas. En sus últimos días de gobierno, volvió a sufrir una nueva crisis de
agresividad, con el bochornoso espectáculo protagonizado con el Jefe de
Planeación Municipal. Naturalmente, como muchos otros mandatarios, realizó una
buena gestión en obras que otros no hicieron. Tenemos que destacar que en obras
civiles se lució. En materia de educación también salió bien librado.
Pero tenemos una esperanza muy grande en el
nuevo mandatario. Su programa de gobierno es muy ambicioso y en materia social
es bastante progresista. En estos dos meses de empalme, ha logrado atraer a la
mayoría de las vertientes políticas para que se vinculen a su administración. Eso
le dará bastante poder de maniobrabilidad en le seno del Concejo y con la
opinión en general.
Pedro Martín, encarna la esperanza de un
pueblo cansado de promesas, demagogia y proyectos inconclusos. Tiene unos retos
muy difíciles por enfrentar, pero su experiencia le mostrará los mejores
caminos para superarlos. Un reto urgente, primordial, lo constituye el alto
grado de inseguridad existente en nuestro municipio. No es solo en el área
urbana sino en la zona rural, donde la delincuencia se ha enseñoreado. Hace falta
mano dura. No se percibe autoridad de quienes poseen la potestad de ejercerla.
A veces pareciera que los delincuentes le hayan ganado la batalla a la gente de
bien, que somos la inmensa mayoría. En ese aspecto, debemos rodear y apoyar al
nuevo mandatario para que tome las medidas que considere convenientes, a fin de
derrotar esa delincuencia.
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