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6/24/2017

El retorno de la chuspa de papel


Santiago Villarreal Cuéllar

En mi niñez comprábamos  el arroz, la sal, el azúcar y la harina empacados en chuspas de papel. Recuerdo esas viejas estanterías de madera oliendo a cucaracha, repletas de libras de los alimentos empacados en chuspas. A veces uno pedía una libra de azúcar y le vendían sal. Al llegar a casa recibía un fuerte regaño de mi madre porque ella aseguraba que era yo, y no la ventera quien se había equivocado. Recuerdo ver el reguero de azúcar o arroz cuando la chuspa se humedecía camino a casa y se rompía. A uno le parecía que el mundo se rasgaba porque el regaño era aterrador. A principios de la década de los setenta, irrumpió el arroz en caja de cartón proveniente de los Estados Unidos. Pronto la empresa Flor Huila, imitó ese empaque bellamente decorado.

A comienzos de los ochenta nos empezó a invadir el plástico. El arroz, la sal, azúcar y muchos más productos alimenticios, comenzaron a ser empacados en bolsas de ese material. Venezuela era el principal proveedor para Colombia y otros países suramericanos, de materiales plásticos. En menos que se rasca una gata, todo se volvió plástico. Los tarros, las botellas, los bellos frascos en que venían las golosinas, los útiles escolares, las mesas, sillas, platos, pocillos y en Europa hasta la bicicleta llegó a ser de plástico. Este material, mucho más barato, desplazó el vidrio, el papel, la madera, el bejuco y hasta el fíque con el que se elaboraba de forma artesanal, lazos y costales. El noble rejo de cuero de res fue reemplazado por la soga de fibra de plástico.


Hace unos diez años, se comenzó descubrir el terrible daño ambiental ocasionado por este material. Bolsas que no se descomponen sino en cientos de años, botellas y tarros encontrados en las barrigas de tortugas y tiburones, y en algunos países asiáticos, ríos inundados de materiales plásticos. A buena hora comienza a retornar la chuspa de papel.       

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