Santiago
Villarreal Cuéllar
Serpientes
de distintas especies arrimando a poblados del centro del Huila; roedores
corriendo en busca de refugio; aves nativas y migratorias volando sin rumbo;
cientos de miles de insectos de diferentes especies desperdigados por todos
lados; cientos de pequeños mamíferos de varias especies marchando hacia cualquier
parte; la más grande e indiscriminada tala de árboles jamás vista en el Huila.
El llenado de la represa del Quimbo trajo consigo la tragedia, la desgracia y
la muerte para miles de hectáreas de flora, y cientos de miles de especies de fauna
silvestre; sin contar el despojo, la migración y desplazamiento forzado de
miles de familias, muchas de ellas nacidas allí; que ven con nostalgia, con su
corazón henchido de rabia impotente y lágrimas en sus resecos ojos por tener
que abandonar su hábitat, la tierra de sus sueños, de sus recuerdos; esa tierra
donde muchos querían morir, pero la adversidad y la fuerza bruta de los nuevos
colonizadores castraron para siempre.
Nuestras
naciones subdesarrolladas padecen la enfermedad de la nueva era colonial, donde
los sátrapas (gobernantes de turno), se arrodillan para entregar, concesionar y
regalar grandes extensiones de la geografía patria a los nuevos amos. Ellos
vienen sedientos del oro, y como hace quinientos años, regresan por ese oro, la
plata, el coltán, uranio, petróleo, y para desdibujar el curso de nuestros ríos
sagrados, construyendo presas para generar electricidad; otras zonas del
territorio son entregadas, en muchas ocasiones despojadas a sus dueños y
poseedores a sangre y fuego, para sembrar palma africana y cumplir así los
mandatos del nuevo orden mundial; mientras nuestra gente se muere de hambre,
vive en la miseria, sin salud, sin educación y sin ninguna esperanza de vida.
La
canallada de los nuevos colonizadores llegó al extremo, cuando pasando por
todas las instancias legales de nuestra patria, ordenaron comenzar el llenado
del Quimbo; no les importa nada, ni nadie; al fin de cuentas nadie, ni nada se
hace en este país de sumisos, dóciles, donde su pueblo se preocupa más por
quien ganó en el programa televisivo de la noche donde rifan un bombón, o
aplaudiendo reinados de todos los colores. Produce rabia y risa la comedia de
algunos lacayos (dirigentes políticos locales), cuando salen a protestar
tímidamente por las redes sociales, argumentando que es un abuso lo del Quimbo.
Sabedores que en los próximos comicios electorales locales el pueblo puede
pasarles cuenta de cobro, se apresuran a presentarse como los defensores de la
soberanía nacional. El pueblo sabe que sus manos están untadas de mendrugos que
le arrojan sus amos para sellar sus labios mentirosos.
0 comentarios:
Publicar un comentario