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7/23/2014

No basta decir no


Santiago Villarreal Cuéllar

Instituciones gubernamentales y ongs, han realizado diversas campañas para prevenir y tratar el consumo de estupefacientes durante los últimos 30 años. Sin embargo, muy pocos son los resultados positivos arrojados. Las campañas preventivas se limitan a dictar charlas, manifestando a los asistentes, especialmente niños y adolescentes, decir “no a la droga.” Muchas ongs llevan varios años tratando de rehabilitar adictos a drogas estupefacientes, cuyos resultados son pobres, por no decir nulos.  
El problema de las adicciones a las drogas farmacodependientes es mucho más complejo de lo que imagina cualquier voluntario que desee suprimir o prevenir estos casos. Precaver el consumo de drogas no es asunto de decir no, ni de conferencias, talleres y seminarios. Todas estas intenciones son positivas y de alguna manera informan a los desprevenidos sobre el asunto, pero no constituye una fórmula mágica para impedir el consumo. En cuanto al tratamiento de los farmacodependientes, es mucho más complejo que la prevención del consumo. No existe en el mundo ningún tratamiento curativo, ni hay investigaciones que permitan a corto plazo encontrar un tratamiento eficaz. Cuba es el único país del mundo que ha tenido éxito en el tratamiento de drogadictos pues allá han desarrollado varias técnicas científicas para ayudar a estos enfermos psicosomáticos.

La adicción a fármacos que causan adicción, legales e ilegales, tiene una raíz estructural en nuestra sociedad. En todos los estratos sociales se presentan casos de consumo y adicción. La marginalidad de amplios sectores sociales, asociados a la falta de una política estatal de equidad, hace que muchos niños que se sienten excluidos de su propia familia, entorno social y falta de oportunidades, opten por probar y posteriormente convertirse en consumidores potenciales de estupefacientes. En sectores de clase media y alta, la falta de atención, afectividad y comunicación de las familias, hace que los chicos de ambos sexos prueben drogas de todas las especies, llegando a ser adictos en corto tiempo. A esto se suma el bombardeo de los medios audiovisuales, como la televisión, haciendo apología a una cultura mafiosa con sus telenovelas y películas. Nuestra sociedad ha venido degenerando en sus valores morales y éticos. Una educación que ni es religiosa, ni es laica, confunde la niñez y juventud. La enseñanza religiosa debido a su diversidad no inculca verdaderos valores, limitándose a enseñar la existencia de muchos credos, pero sin profundizar la esencia de alguna doctrina. El aprendizaje de los valores éticos no posee un fin específico, ni una pedagogía que llene los vacíos del alumno. Para finalizar diré que estamos lejos de lograr una prevención contra las adicciones.            

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