Santiago Villarreal Cuéllar
Instituciones
gubernamentales y ongs, han realizado diversas campañas para prevenir y tratar
el consumo de estupefacientes durante los últimos 30 años. Sin embargo, muy
pocos son los resultados positivos arrojados. Las campañas preventivas se
limitan a dictar charlas, manifestando a los asistentes, especialmente niños y
adolescentes, decir “no a la droga.” Muchas ongs llevan varios años tratando de
rehabilitar adictos a drogas estupefacientes, cuyos resultados son pobres, por
no decir nulos.
El problema de las adicciones a las drogas
farmacodependientes es mucho más complejo de lo que imagina cualquier
voluntario que desee suprimir o prevenir estos casos. Precaver el consumo de
drogas no es asunto de decir no, ni de conferencias, talleres y seminarios.
Todas estas intenciones son positivas y de alguna manera informan a los desprevenidos
sobre el asunto, pero no constituye una fórmula mágica para impedir el consumo.
En cuanto al tratamiento de los farmacodependientes, es mucho más complejo que
la prevención del consumo. No existe en el mundo ningún tratamiento curativo,
ni hay investigaciones que permitan a corto plazo encontrar un tratamiento
eficaz. Cuba es el único país del mundo que ha tenido éxito en el tratamiento
de drogadictos pues allá han desarrollado varias técnicas científicas para
ayudar a estos enfermos psicosomáticos.
La adicción a fármacos que causan adicción,
legales e ilegales, tiene una raíz estructural en nuestra sociedad. En todos
los estratos sociales se presentan casos de consumo y adicción. La marginalidad
de amplios sectores sociales, asociados a la falta de una política estatal de
equidad, hace que muchos niños que se sienten excluidos de su propia familia,
entorno social y falta de oportunidades, opten por probar y posteriormente
convertirse en consumidores potenciales de estupefacientes. En sectores de
clase media y alta, la falta de atención, afectividad y comunicación de las familias,
hace que los chicos de ambos sexos prueben drogas de todas las especies,
llegando a ser adictos en corto tiempo. A esto se suma el bombardeo de los
medios audiovisuales, como la televisión, haciendo apología a una cultura
mafiosa con sus telenovelas y películas. Nuestra sociedad ha venido degenerando
en sus valores morales y éticos. Una educación que ni es religiosa, ni es
laica, confunde la niñez y juventud. La enseñanza religiosa debido a su
diversidad no inculca verdaderos valores, limitándose a enseñar la existencia
de muchos credos, pero sin profundizar la esencia de alguna doctrina. El aprendizaje
de los valores éticos no posee un fin específico, ni una pedagogía que llene
los vacíos del alumno. Para finalizar diré que estamos lejos de lograr una
prevención contra las adicciones.
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