Santiago
Villarreal Cuéllar
Me
llena de entusiasmo el nuevo acuerdo logrado en la agenda de la
Habana, entre los negociadores del gobierno y las farc. Ponerse de
acuerdo en el tema de los cultivos ilícitos no es tarea fácil, pero
ello indica el buen camino de las negociaciones. No importa que los
partidarios de la guerra, que son incitadores a la violencia y a la
muerte, digan ahora que se trata de una maniobra electorera de Santos
para conseguir la reelección. Los violentos siempre tendrán
argumentos para oponerse al diálogo, a la concertación y a los
principios civilizados. En las mentes enfermizas de estas personas
encolerizadas, reina el rencor, la amargura, la incertidumbre y esos
instintos animalescos, quizá heredados genéticamente de la
alambrada de cerebros recién evolucionados. Porque no tiene otra
explicación ese odio enfermizo hacia el proceso de paz que adelanta
el gobierno. Y no se explica uno, cómo una nación de mayoría
católica, con un gran porcentaje de llamados cristianos, y unas
minorías religiosas judías, orientales y de otras creencias, cuya
base de sus doctrinas es el amor, el perdón, la reconciliación y la
paz, piensen e insistan en la guerra fratricida, en lugar de una paz
concertada. Dentro de las diferentes culturas religiosas monoteístas
y orientales, no conozco ningún Dios que promueva la guerra, el
odio, la venganza, el rencor y la maldad. Quizá un día estas
personas logren recapacitar sobre el valor inmenso del poder del
dialogo; del poder de la palabra; del poder de la voluntad; y del
poder de la tolerancia para obtener mejores beneficios que utilizando
métodos belicosos.
En
la historia colombiana sobre diálogos de paz entre gobierno y
guerrilla, recordamos la firma de acuerdos políticos de grupos como
el Quintín Lame, el Ejército Popular de Liberación y el M-19. Fue
durante el gobierno de Virgilio Barco (1986-1990) cuando comenzaron
estos diálogos y se firmaron en el comienzo de la administración de
Cesar Gaviria (1990-1994). Hecho que desembocó, no solo en el cese
del fuego, entrega de armas y el ingreso a la actividad política de
estas guerrillas, sino en la misma Asamblea Nacional Constituyente
que promulgó la nueva carta, con la participación de estos nuevos
actores políticos. Pero no debemos olvidar que quien rompió el
hielo sobre la necesidad del dialogo con los actores armados
(guerrillas), fue el presidente Belisario Betancur (1982-1986), en
cuyo mandato se hicieron importantes acercamientos con las farc, M-19
y eln. Si bien esas negociaciones fracasaron, allí se plantó la
semilla del dialogo y la concertación, como otra alternativa
civilizada para lograr la paz.
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