Santiago Villarreal Cuéllar
¿Qué se
entiende por bueno y malo? Este concepto es relativo, filosóficamente hablando,
porque son paradigmas tomados de preceptos morales y religiosos. Aunque la
ética nos dice que existen actuaciones que podrían causarnos desagrados o
litigios con el establecimiento legítimamente constituido, esto podría
interpretarse como una acción negativa, o mala. Pero no pretendo introducirme en
el entramado ramaje filosófico para definir conceptos que rayan con la ambigüedad.
Solo quiero interpretar la supuesta pelea entre el presidente Juan Manuel
Santos y el ex presidente Álvaro Uribe. Los partidarios del primero dicen que
el segundo es el malo y viceversa. En el circo nacional, los dos malabaristas
poseen libretos diferentes, pero finalmente los hechos demuestran que no difieren
a la hora de gobernar. Cuando gobernó Uribe, Santos fue su ministro de defensa;
ambos son responsables de los falsos positivos, desapariciones forzadas,
torturas y genocidios; los dos coinciden en defender el modelo económico
neo-liberal, impuesto por el gobierno de Cesar Gaviria; juntos defendieron los
tratados de libre comercio; ambos estuvieron de acuerdo con la construcción de
la represa del Quimbo y la explotación minero-energética por parte de las
transnacionales; los dos son partidarios de reducir los derechos laborales de
los trabajadores; ninguno de los dos hizo nada durante sus respectivos
gobiernos para solucionar el problema de la salud de los colombianos, en manos de
empresas que esquilman el presupuesto y dejan morir los pacientes; juntos han
defendido políticas guerreristas frente al conflicto armado interno, y aunque
Santos dialoga con las farc en la Habana, la guerra y el desangre continúa en
todo el país. Entonces, ¿Cuál es la diferencia? ¿Cuál de los dos es malo o
bueno?
Los
colombianos no debemos dejarnos engañar por estos dos actores de telenovela; ambos
quieren seguir gobernando para hacer lo mismo, y que nada cambie. Los dos
defienden los intereses de una clase mezquina, reaccionaria, que durante dos
siglos ha mantenido inmensos sectores del pueblo marginado, en la pobreza
absoluta, sin educación y sin los más elementales derechos.
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