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12/20/2013

Una enemiga peligrosa



Santiago Villarreal Cuéllar


Jaimito de ocho años perdió su ojo izquierdo cuando manipulaba un juego pirotécnico, aparentemente inofensivo; a Carmelita de seis años le apuntaron los deditos, índice y anular, porque al quemar dos totes le explotaron en su mano; Agapito de cinco años fue más desafortunado, porque el rascaniguas que pretendía quemar, estalló y le deformó todo su rostro, y como si fuera poco perforó ambas vistas: quedará ciego de por vida.
Todos estos percances sucedieron el año pasado, justamente en plenas fiestas navideñas, en cualquier país latino, donde la pólvora y sus derivados son permitidos, y se venden en cualquier esquina. Estas desgracias no suceden en Europa, ni en Canadá, Estados Unidos, Australia y Nueva Zelanda, porque en esos lugares hace muchos años los juegos pirotécnicos a base de pólvoras blancas fueron prohibidas sus ventas al público. En esas naciones ese tipo de juegos los financia el estado, llámese nación, estado o municipios, y los manipulan personas especializadas, no permitiendo que otros lo hagan. Muchísimo menos los niños pues constituye un delito grave para los padres que permitan que sus hijos tengan algún contacto con esta clase de explosivos.
La pólvora y sus derivados es una de las enemigas más peligrosas para cualquier ser humano, pero para los niños constituye un peligro inminente. Los padres irresponsables que permiten, o incluso compran estos artefactos a sus niños, son unos criminales y merecen ser castigados por la ley. Pero claro, en estas naciones subdesarrolladas como Colombia, todavía no existen leyes que prohíban definitivamente el uso de la pólvora. Las alcaldías tampoco prohíben su venta en tiempos navideños, que deben servir para prodigar felicidad a los pequeños y no para que caigan en desgracia. También es cierto que hemos vivido durante casi quinientos años bajo una cultura polvorera, porque la religión católica, mayoritaria en nuestra nación, celebra sus fiestas patronales utilizando cohetes y juegos a base de esa peligrosa enemiga. Corresponde a esta religión cambiar su costumbre pirómana por otra que represente menos peligro para sus creyentes.      


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