Santiago
Villarreal Cuéllar
En todas las especies vivas,
específicamente tratándose de mamíferos, el papel del macho
dominante sobresale de los demás, y las hembras los prefieren para
que fertilice sus vientres y se perpetúen los genes. En la alambrada
de la inteligencia de la mujer, este recuerdo se mantiene en lo más
profundo de su memoria. Esta es la razón por la que muchas mujeres,
sino la mayoría, prefieren hombres musculados, fuertes, con voz de
macho y mando, y no aquellos varones de apariencia débil, delicados,
aliñados y joviales. Ellas les encanta los hombres toscos, incluso
groseros cuando hablan, sin importar que estén mugrosos, sudorosos y
malolientes. Ese es el prototipo de macho dominante que late en su
cerebro y a ese hombre fácilmente se entregan en sus brazos.
Por esa misma razón, mucha
gente se sorprende de ver chicas delicadas, educadas y bien formadas
en sus hogares, a las que sus padres desean verlas casadas (así sea
de hecho) con un hombre estudiado, ojalá con buen empleo, o buena
fortuna, que terminan huyendo con un cargador de bultos y teniendo
hijos de él. Pero eso no es todo: las mujeres no solo prefieren esos
hombres rudos para procrear, sino para sentirse dominadas y
protegidas. Ellas les gusta que las griten, que las manden y que de
vez en cuando las golpeen para sentirse dominadas. En vano los
legisladores crean leyes para castigar el maltrato físico y
sicológico propinado por los hombres, pero ellas ni siquiera los
denuncian y si lo hacen, a las dos horas se arrepienten y retiran la
querella. Sí, esa es la triste realidad, aunque usted crea lo
contrario.
A lo largo de muchos años me he
dado a la tarea de analizar el comportamiento de muchísimas mujeres
víctimas del maltrato físico y sicológico, y observar que no
obstante esa situación, ellas continúan conviviendo con esos
“duros.” He llegado a una conclusión: las neuronas que
determinan la condición femenina, ordena al cerebro buscar un macho
duro, dominante y maltratador.
0 comentarios:
Publicar un comentario