Santiago Villarreal Cuéllar
Una enorme cresta roja
semeja un gran serrucho emergiendo de las oscuras aguas cuyo remolino origina
olas que llegan hasta la orilla arenosa produciendo gran ruido. Su gigantesca
cabeza alargada, brilla con los rayos solares matizando el verde de sus escamas
resplandecientes como un arco iris. Sus alargadas y puntiagudas pestañas de
plata brillan emitiendo rayos cristalinos. Sus ojos fijos color marrón parecen
enormes bolas a punto de reventar. Deslizándose por las aguas, la gigantesca
serpiente verde logra la orilla y se enrosca en gruesos árboles circundantes
para tomar el sol de la tarde.
Así describían
nuestros aborígenes la serpiente encantada de la laguna de Guatypan, en la
región que hoy ocupa Pitalito sur del Huila. El sitio fue lugar de ceremonias
religiosas donde se reunían las diferentes etnias para adorar el agua como
Madre suprema de la Vida, y rendir tributo al astro rey por prodigar calor a
todo ser viviente. Agua, calor y tierra, constituyen el milagro que origina la
vida de la flora o madre naturaleza. Pero no solo la vida vegetal depende de
tan importantes elementos. Todos los seres vivos necesitamos el agua, la tierra
y el calor del sol.
Cuando el invasor
español don Pedro de Añasco, descendió por las estribaciones de la cordillera
central, las tribus aborígenes de la zona (oporapas, guacacallos, cálamos y
demás) liderados por la cacica Guatypan (Gaitana), marcharon con sus tesoros
rumbo a la laguna y allí arrojaron grandes tinajas llenas de oro y plata. La
serpiente encantada se encargó de zambullir y sepultar las botijas para impedir
que los forasteros las robaran. Desde entonces la serpiente desapareció.
Algunos especulan que se introdujo en las profundidades de la laguna y allí
permanece enroscada cuidando el tesoro. Otros opinan que salió y se marchó por
el rió Yuma (Magdalena) internándose en la laguna donde se originan varios
ríos. La leyenda se difundió oralmente desde los aborígenes hasta nuestros
ancianos, que describen maravillados el inmenso reptil.
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