Santiago Villarreal Cuéllar
Abajo se contemplan las azules aguas del Atlántico,
y conforme desciende el avión se puede ver las primeras hileras de urbanismo
desordenado sobre la ladera de Maiquetía. Un chorro de humo blanco asciende al
cielo originado de una industria de las tantas construidas cerca de la bahía.
Luego aterrizamos en el aeropuerto y tomamos un automóvil para desplazarnos a
la gran Caracas. Durante el trayecto, pasando por los tres túneles de la amplia
autopista, se pueden ver en algunos lugares las inmensas vallas publicitarias
con la imagen del difunto presidente Chávez.
Es curioso que no obstante la crisis del
vecino país los vuelos llegan con muchos colombianos que desean quedarse allá. “Aquí
se consigue trabajo, dinero y se vive mejor que en Colombia,” dijo una señora
de unos cincuenta años que vive allá hace tres meses.
Cuarenta minutos después nos topamos con las
primeras torres de los lujosos barrios Altamira y La Castellana; atrás quedó el
municipio del Chacao cuya avenida llena de palmas, algunas ya muertas, y los gruesos
muros protegiendo las edificaciones internas donde reside gente pudiente.
En el exclusivo sector de La Castellana nos bajamos
para indagar algunos moradores sobre la situación política y social del país.
Todos coincidían en que no tenían papel higiénico y no se consigue en ningún supermercado.
Muchos de ellos confesaron que solo les llegaba del exterior, en remesas que
algunos familiares les envían de Estados Unidos o Europa. Carne sí tienen,
leche, y muchos otros productos de los que la televisión internacional dice que
no se consiguen. Muchos de estos moradores de clase media y alta pagan a otras
personas para que le compren sus productos y se los lleven a sus casas. Todos
tienen la certidumbre de que la oposición no los sacará de este problema, y que
sus diputados, comenzando por el presidente de la Asamblea Nacional Henry Ramos
Allup, solo se han dedicado a empeorar las cosas sin proponer ninguna salida
decorosa para la difícil situación que vive el país.
Luego nos dirigimos al mayor centro comercial
de Caracas, y considerado el más grande de Latino-América, el Sambil. Allí
almorzamos con costillas de cerdo en salsa agridulce acompañadas con papas a la
francesa y espárragos a vapor. En ese gigantesco lugar no parece que haya
crisis de ninguna naturaleza. Se consigue de todo lo habido y por haber; desde
los más deliciosos platos internacionales, pasando por los criollos, hasta los
más vistosos bolsos de cuero de cocodrilo para las vanidosas y bellas damas
venezolanas; las de clase media y alta claro está. Uno no sabe, ni pregunta
cómo ese lugar está tan abastecido de comida y productos, mientras en muchos
supermercados sus anaqueles permanecen vacíos. Allí también interrogamos a
muchas personas, pero ante todo a los jóvenes, qué opinaban de la crisis y para
sorpresa nuestra, también manifestaron que les ha pesado en sus conciencias
haber votado por lo dirigentes de la Mesa de la Unidad Democrática. “Solo se
han dedicado a hacer protagonismo, dejando a lado el diálogo y los buenos
modales.” Nos dijo un muchacho universitario mientras otros lo aplaudieron.
Finalmente recorrimos los sitios donde la
gente hace colas para comprar y preguntamos sobre la crisis. Algunos se
mostraban temerosos de contestar, pero la mayoría no confía en los dirigentes opositores.
Dicen que estos son unos resentidos porque hace más de quince años los
despojaron del poder y sus privilegios, y ahora quieren volver para adueñarse
del país.
Estuvimos en una manifestación opositora
cerca del Tribunal Supremo Electoral, dirigida por Enrique Capriles y Henry Ramos
Allup. No había más de trescientas personas y los dos dirigentes no ocultaban
su disgusto y cansancio. Los escoltas no permitieron que habláramos con ninguno
de los dos.
Pero en términos generales, en Caracas, Valencia
y Maracaibo, la gente no cree ni confía en los dirigentes de la oposición. Son
muy optimistas que el gobierno de Maduro sacará al país de la crisis, y dice la
mayoría que es mejor este gobierno que los que dirigieron el país antes de la llegada
del chavismo al poder.
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