Santiago
Villarreal Cuellar
Si Jesucristo regresara hoy, se sorprendería
de ver la mercadería que, dos mil años después de su ascensión, se desató en la
tierra. En su nombre se han organizado toda clase de sectas que se disputan los
feligreses para expoliarlos económicamente y someterlos mentalmente. Seguramente
se armaría nuevamente de un látigo y comenzaría a expulsar esos mercaderes que
explotan en su nombre, una humanidad creyente, temerosa y embrutecida. El libro
de la Biblia, recopilado por el Emperador Constantino en el año 325 en el
Concilio de Nicea, después de la llamada Reforma de Martín Lutero en 1527, se
convirtió en piedra de controversia. Cada individuo ha interpretado este libro
a su antojo y abusando de la ignorancia de los crédulos, extrae de un versículo
el argumento para crear una secta. Que si Jesucristo fue Dios; que si subió a
los cielos o no subió; que la Trinidad no son tres personas distintas sino el
mismo Dios; que el bautismo no fue en nombre del Padre del Hijo y del Espíritu
Santo, sino en nombre de Jesús. Todas esas bagatelas han dado pie para que unos
avispados interpreten, prediquen, contradigan y funden sectas.
En lo relacionado con el diezmo, que no
corresponde al Nuevo, sino al Antiguo Testamento, sí que están de acuerdo todas
las sectas. Lo fundamental y más importante para los pastores son los diezmos,
primicias y ofrendas, sin lo cual ninguna secta subsistiría. Diezmos que la
mayoría de estas sectas destinan para el pastor, pues dicen ellos que el obrero
vive de su paga.
Desde los años treinta del siglo pasado,
América Latina empezó a ser bombardeada con la llegada de sectas provenientes
de los Estados Unidos. La guerra fría y la lucha contra el comunismo
internacional, hizo que el gobierno de ese país y su servicio de inteligencia,
la CIA, financiara misioneros, profetas y pastores, para que llegaran a los más
remotos pueblos de la geografía de nuestras naciones. Su misión: convertir
estos pueblos, en su mayoría analfabetas, a las nuevas creencias, fomentando en
sus mentes el fanatismo y el odio a cualquier clase de cambio y progreso que se
vislumbrara. Le inculcaron en su psiquis que el sufrimiento y la pobreza
constituía el camino perfecto para lograr el cielo. Les han hecho creer que no
importa el sufrimiento en la tierra, si después de la muerte gozaran
eternamente en el más allá. Con el correr de los años, la mayoría de esas
sectas se independizaron y se dividieron en otras. En la actualidad, existe una
gran cantidad de sectas criollas y cada día nace otra nueva.
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