Santiago Villarreal Cuéllar
Ejercer el
periodismo es muy peligroso en cualquier parte del mundo, pero en países como
Colombia constituye un desafío que raya con el suicidio. Máxime si quien ejerce
la profesión es crítico del sistema, de grupos alzados en armas, investigador o
defensor de los derechos humanos. La periodista Salud Hernández Mora y dos
comunicadores más del canal RCN, fueron secuestrados por un reducto del ELN y luego
de varios días los dejaron en libertad. Pero lo que produce impaciencia, temor,
incertidumbre, es que vivimos en un estado donde la vida de los periodistas no
vale nada y las autoridades se muestran impotentes e inoperantes ante un hecho
tan grave como el secuestro de personas protegidas y ante todo, comunicadores
sociales.
Todos los días
escuchamos decir que en este o aquel país no hay libertad de prensa porque los
gobiernos censuran los medios. Oímos críticas al régimen venezolano,
ecuatoriano, cubano y otros, relacionados con la supuesta censura a los medios
de comunicación. Pero juzgamos a los demás sin mirar nuestro propio régimen,
que no solo censura comprando la conciencia de periodistas faltos de ética,
sino que en muchas ocasiones algunos comunicadores son asesinados por móviles
políticos y el crimen queda en total impunidad como ocurrió el año pasado en
Pitalito con la periodista Flor Alba Núñez.
Pero la censura no
solo la ejerce el régimen; grupos alzados en armas cometen la torpeza de
secuestrar periodistas como el caso doloroso de Salud Hernández, víctima del
ELN. Y digo torpeza porque un grupo alzado en armas, con una ideología
supuestamente de izquierda, a las puertas de un diálogo de paz con el gobierno,
no puede cometer semejante error táctico. Es un retroceso abismal que no cabe
en la cabeza de una persona con tres gramos de cerebro evolucionado. Ante todo
tratándose de una periodista reconocida por su enorme valor civil para exponer
sus ideas y opinar con franqueza sobre los distintos problemas del país.
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