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1/20/2016

Inconveniencia de una constituyente en Colombia


Santiago Villarreal Cuéllar

La historia de las naciones latinoamericanas está llena de constituyentes. Desde la independencia cada pueblo soberano creó sus instituciones basado en modelos europeos de moda en esa época. Somos pueblos diferentes, culturas distintas, no obstante tener una lengua común (el español); idiosincrasias nacidas de la fusión de un pueblo aborigen casi extinguido por el invasor, pero con una rica cultura. A eso debemos añadir el legado religioso-cultural de etnias traídas forzosamente por inescrupulosos mercaderes (afro-descendientes) que si bien parecían marginados, influyeron decisivamente en la formación de nuestra cultura política. Durante el siglo XIX y XX, muchas constituciones fueron promulgadas en cada país con la vana esperanza de solucionar los graves problemas políticos, sociales y económicos de sus pueblos. En la primera década de este milenio no hemos evolucionado en esta creencia y varias repúblicas estrenaron nuevas constituciones; algunas han sido exitosas, otras amenazan con fracasar. Salvo la república mexicana, cuya constitución actual es la promulgada en la ciudad de Querétaro en 1917, fruto de la revolución de 1910, las demás naciones tienen varios periodos promulgando cartas fundamentales, muchas de ellas derogadas y puestas en vigencia alguna de las anteriores.

Colombia no ha sido la excepción; hemos tenido distintas constituciones desde la independencia. Algunas no han perdurado sino tres años, como la de 1858, pues en 1861 se promulgó la carta de Río Negro, de corte federalista. La que más años permaneció rigiendo los destinos del país fue la de 1886, que fue reemplazada en 1991. De reformas ni hablar; cada constitución ha sido enmendada al otro día de ser promulgada. Somos un país de juristas, leguleyos y especialistas en expedir leyes que nunca se cumplen. Además de ser un pueblo acostumbrado a tergiversar la legislación y de interpretarla al vaivén de las circunstancias y conveniencias; de allí el dicho popular de: hecha la ley, hecha la trampa.

En vísperas de firmar el acuerdo de paz entre las farc y el gobierno, las primeras proponen una asamblea constituyente para finiquitar esos acuerdos y hacer algunas reformas. El gobierno se niega a esa propuesta. Puede que las intenciones de la guerrilla sean buenas. Pero en el actual panorama político que vive el país, me parece inconveniente convocar al pueblo a una constituyente. Sería un fracaso total pues la derecha gobernante y la orientada por el ex presidente Uribe, ganarían la mayoría de escaños en dicho escenario. Podría terminar haciendo lo contrario del pensamiento progresista y pondría en peligro algunos logros alcanzados en la carta actual. La tutela es codiciada para tumbarla; es un solo ejemplo de lo que podría suceder.         


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