Santiago Villarreal Cuéllar
Durante la primera visita que realice a
Bolivia a mediados de 1989, conocí a Evo Morales. Lideraba el sindicato
cocalero denominado Federación del Trópico con asiento en la región del
Chapare. Lo vi durante un seminario sobre sindicalismo en la Universidad Mayor
de San Andrés, en la Paz. Nunca pensé que este hombre, pequeño de estatura, de
pocas palabras, con cierta timidez y de cortos estudios académicos, 15 años
después liderara los destinos de unos de los países más convulsionados de
Suramérica. En 1997 fue electo diputado por el recién creado Movimiento Al
Socialismo, MAS. Su ascenso fue vertiginoso, debido a la inestabilidad de los
diferentes gobiernos de derecha que caían como cocos cada año o a lo máximo
dos. Al movimiento que él lideraba se adhirió el sociólogo Álvaro García Linera,
discípulo del filósofo Enrique Dussel, el cerebro de la Filosofía de la
Liberación y responsable de la cosecha de líderes de izquierda moderada de
América-Latina. Desde su cargo como vice-rector interno de la Universidad
Autónoma de México, Dussel ha influido decisivamente en los movimientos
progresistas de latino-américa. García Linera a la vez, orientó a Evo Morales
en su ideología socialista y hoy es su vice-presidente.
En mi tercera visita al hermoso país andino a
principios del 2011, pude evidenciar los inmensos cambios logrados en apenas
cinco años de gobierno. Confieso que fui pesimista cuando Evo ascendió al
poder; le dije a algunos amigos que duraría tres años y el pueblo lo derrocaría
como solían hacer con los gobiernos de derecha. Afortunadamente me equivoqué. Con
Morales, Bolivia saltó de ser un país atrasado en todos sus niveles a
convertirse en una nación moderna. Todos los estudiantes, desde la primaria hasta
la universidad asisten gratis y tienen computadora portátil o tabla, donada por
el estado. La salud es gratuita y de buena calidad; inició una campaña de
alfabetización para todas las personas y hoy no existe un solo boliviano que no
sepa leer y escribir; modernizó, pavimentó y construyó miles de kilómetros de
carreteras. Bolivia posee las carreteras más peligrosas del continente, pero
eso cambió; nacionalizó los hidrocarburos (tiene las reservas de gas natural
más grandes del mundo) y otras empresas
estratégicas del estado. Pero lo más importante: siendo la etnia descendiente
aymara la mayor población del país, ningún gobierno reconoció sus reales
derechos y por primera vez en la historia, este gobierno entronizó su
constitución para crear un estado multirracial. Evo no solo estabilizó la
institucionalidad boliviana, sino que no chocó con otras ideologías y su
espíritu pragmático borró del mapa cualquier vestigio de oposición seria.
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