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8/24/2015

Frontera con Venezuela, como en los viejos tiempos


Santiago Villarreal Cuéllar

La primera vez que visité Venezuela fue en junio de 1981; tenía 14 años y gobernaba el presidente Luis Herrera Cámpins, del partido derechista Copei; eran tiempos difíciles para los colombianos que llegaban a ese país; quien no poseía una visa de turista, se veía avocado a sufrir fuertes palizas por parte de la Guardia Nacional; y en el peor de los casos, eran llevados a calabozos donde sufrían crueles torturas y en muchas ocasiones encontraban esos colombianos asesinados de un tiro de gracia en el cuello; otros más desafortunados, fueron desaparecidos y hasta la fecha nunca se ha sabido nada de ellos. Era la época de la democracia, cuando los medios de comunicación colombiana elogiaban los gobiernos de Carlos Andrés Pérez, Rafaél Caldera, y Jaime Lucinchi. 

Curiosamente en esos años ningún medio colombiano decía ni mostraba nada; todo sucedía en el anonimato y los colombianos sabían esas noticias porque sus familiares contaban esas crueldades. Eran tiempos humillantes para los colombianos; no olviden, porque la historia no debe olvidarse, que uno de nuestros grandes artistas de la música vallenata, Alfredo Gutiérrez, fue golpeado por la Guardia Nacional venezolana en 1991, porque interpretó el himno venezolano con su acordeón. 

Con la llegada de Hugo Chávez al poder, los colombianos gozamos de una apertura nunca antes vista en la historia de ese hermoso país. Tuve la oportunidad de viajar a Venezuela en el año 2008, y viví allá dos años; nunca fui acosado por las autoridades de allá, y diariamente llegaban cientos de compatriotas a refugiarse, víctimas de la violencia que azota nuestro país por más de cincuenta años; unos llegaban perseguidos por para-militares y otros por la guerrilla, y a todos les brindaban albergue, y podían trabajar libremente. 

El ciudadano venezolano quiere mucho a los colombianos, porque somos echados para adelante, creativos y laboriosos. Al otro día de llegar nuestros compatriotas, se ocupaban en trabajos bien remunerados, dedicados al comercio informal, que no estaba prohibido porque Chávez nunca persiguió los vendedores ambulantes, ya fueran venezolanos o extranjeros.

Pero también llegaron malos colombianos; en los estados del Táchira y el Zulia, se conformaron grupos para-militares llegados de nuestro país, y se autodenominaron "aguilas negras;" secuestraban, asesinaban y extorsionaban a comerciantes de todas las profesiones en pueblos y ciudades; también distribuían estupefacientes ilegalmente; a veces me preguntaba porqué el gobierno venezolano no hacía nada para desarticular esas bandas. 

Lamentablemente en esa purga iniciada hace unas semanas para desmantelar esos grupos delincuenciales, el gobierno del presidente Maduro se ha excedido y está deportando colombianos buenos, inocentes, humildes, que solo han llegado allá buscando una mejor vida, que por desgracia no encuentran en nuestro país.   

Me solidarizo con esos compatriotas deportados por el gobierno venezolano, pero es bueno recordar la historia de otros gobiernos de ese país, mal llamados democráticos, que fueron mucho más violentos con nuestros conciudadanos.

Finalmente, aquellos siniestros personajes que son responsables en nuestro país de la violación de los derechos humanos, en cuyos gobiernos se realizaron los falsos positivos para asesinar colombianos inocentes y otros cientos fueron desaparecidos, no lleguen ahora a atizar la hoguera y convertirse en los salvadores de quienes vienen deportados. No tienen autoridad moral para defender los derechos que durante sus épocas de gobernantes, no supieron defender, y en cambio, pisotearon con fría crueldad.     

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