Santiago
Villarreal Cuéllar
Escuché
un noticiero radial de Pitalito, a un reportero preguntar ¿qué
hacer con la “mil colores”? Así bautizó a una indigente que
deambula por las calles de esta ciudad, cuya vestimenta es de
elementos plásticos de colores vivos. Esta mujer se encuentra
marginada por la sociedad debido a una patología mental. Este
problema lo sufren miles de colombianos a quienes sus familias los
han expulsado de su seno, y otro tanto hace nuestra sociedad
inmisericorde, que se ufana de ser cristiana, llámese Católica o
protestante. Lo peor de todo este drama humano es que esa misma
sociedad llama a la Policía y a los medios de comunicación para
quejarse, y pedir que quiten esos indigentes, locos y desechables de
sus vistas; que estas personas por su desafortunada condición afean
las calles, parques y avenidas de pueblos, y ciudades. La Policía
nada puede hacer porque su labor se limita a trasladarlos al comando
y luego dejarlos ir.
Toda
esta miseria humana es posible gracias al modelo económico de
nuestras naciones, donde el que posee dinero no le interesa el
bienestar de los demás, ni siquiera el de su propia familia. Y el
Estado que también se ufana, en el caso colombiano, de ser social y
de derecho, nada hace en favor de los menesterosos. Las calles de
todas las ciudades están llenas de indigentes que duermen a la
intemperie, y lo que es peor: niños abandonados. ¡Esto es una
vergüenza nacional! ¿Dónde está ese Estado social de derecho?
¿Qué hace el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar? Ese órgano
estatal, tan cuestionado por sus políticas de adopción de niños a
extranjeros, que clama a los cuatro vientos contra el trabajo
infantil, contra el abuso sexual de menores, ¿será que no ven los
niños durmiendo en los andenes? ¿Acaso un niño en esas condiciones
no es vulnerable para sufrir toda clase de oprobios? Estos gobiernos
que gastan miles de millones de pesos en armas para librar una guerra
innecesaria; que invierten millonadas de dinero en reinados de todas
las layas; que despilfarran otro tanto de millones en estudios de
factibilidad para elaborar proyectos que nunca serán realidad. ¿Por
qué no invierten parte de esos recursos en bienestar social? Y la
sociedad civil, en lugar de estar llamando a la Policía, a los
medios para pedir que saquen esos indeseables de las calles, ¿por
qué no inician campañas para presionar a las autoridades y
solucionar totalmente la situación? Lo más curioso es que los
medios dicen que los colombianos somos la nación más feliz del
mundo. ¡Vaya felicidad!
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